viernes, 31 de enero de 2014

Campanas de Navidad

Campanas de Navidad
por William Wadsworth Longfellow
Traducido por Roberto Hope

A las campanas en la Navidad
viejos villancicos les oí cantar,
dulces y vehementes esto repetían:
"Paz haya en la tierra
a los hombres de buena voluntad."

Pensé cómo, cuando el día llegó
los campanarios de la Cristiandad
repiqueteaban así, sin cesar:
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."

Hasta que, sonando y cantando, en su travesía
el mundo pasó de la noche al día,
Una voz, un repique, un canto sublime:
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."

Luego, de su boca, tan negra y maldita,
cañones se oyeron tronar por el Sur,
y su ruido ahogaba el canto de los villancicos:
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."

Fue como si algún cruel terremoto
los fogones del continente hubiera roto
y desolado los hogares que nacido habían de
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."

Y, desesperado, bajé la cabeza
"No hay paz en la Tierra," me dije a mí mismo;
"Pues el odio es grande y sólo hace mofa de
'Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad.'"

Luego, repicaron la campanas aun más hondo y fuerte:
"Dios no ha muerto ni duerme.
el Mal fallará, el Bien se impondrá con
'Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad.'"

martes, 28 de enero de 2014

Condenaciones Papales de la Revolución Actual

Condenaciones Papales de la Revolución Actual Emitidas en Siglos Pasados 


Tomado de: 
http://angelqueen.org/2014/01/27/stunning-earlier-papal-indictments-of-the-current-revolution/
Traducido del inglés por Roberto Hope


En el siglo séptimo, la Iglesia Católica decretó solemnemente:
Si cualquier eclesiástico o seglar entrara a la sinagoga de los judíos o a las casas donde se congregan los herejes, para unirse a ellos en oración, que sea depuesto y privado de la comunión. Si cualquier obispo o sacerdote o diácono se uniere en oración con los herejes, que sea suspendido de la comunión” (3er Concilio de Constantinopla, año 680)
El Concilio de Constantinopla fue, por supuesto, un concilio ecuménico de la Iglesia Católica Romana y, por lo tanto, supremo. Y ¿necesitamos hacer notar que todos los sacerdotes y obispos que se adhieren al falso Concilio Vaticano II de los años sesenta violan regularmente este decreto? Porque con frecuencia entran a lugares de reunión de no católicos a unirse en oración con ellos.

Continuando: La Iglesia Católica decretó en el Siglo XVI:
“Y ya que la verdad no puede contradecir a la verdad, definimos que toda afirmación contraria a la verdad iluminada de la fe es totalmente falsa, y prohibimos estrictamente que se permita enseñar lo contrario. Decretamos que aquéllos que se aferran a declaraciones erróneas de este tipo, sembrando así herejías que son condenadas completamente, deben evitarse de todas formas y castigarse como detestables y odiosos herejes e infieles que están minando la Fe Católica” (5° Concilio de Letrán, año 1513, Sesión 8)
Obviamente, a menos que un católico deje este mundo o se haga monje eremita, no podrá evitar completamente a los “detestables herejes e infieles”.  No obstante, ningún católico tiene por qué unirse a actos religiosos con aquéllos que están fuera de la Iglesia Católica. No tenemos por qué entrar a sus casas de culto o rezar con ellos; no tenemos por qué asistir a sus servicios religiosos — sean éstos en un templo oficial, una casa particular o una área pública común — para unirnos en una ceremonia religiosa con ellos; no tenemos por qué seguir las oraciones de un hereje que dirija tales oraciones; y así por el estilo. Por el contrario se nos prohíbe estrictamente hacer cosas como esas, pues son odiosas a Dios e injuriosas a las almas, y además violan los votos de nuestro bautismo.

(Incidentalmente, el decreto del 5° Concilio de Letrán se refiere también a aquéllos que habían sido católicos, pero que abandonaron la Verdadera Fe para abrazar la herejía. Esta clase de gente, especialmente en un país católico, debe ser “evitada de toda forma” posible, aun en la vida cotidiana, hasta que recobre su sensatez y regrese al seno de la Iglesia Católica.)

Estos son los detalles básicos de importancia práctica. El Canon 1258, que señala que “contraviene la ley el que los fieles asistan de una manera activa o participen en los servicios sagrados de los no católicos”  es autorizado de manera suprema, siendo éste el pensar de la Iglesia desde los tiempos más antiguos con repecto al asociarse religiosamente con quienes no son católicos, y el 3er Concilio de Constantinopla y el 5° de Letrán son igualmente autorizados, si no es que más, pues gozan además del apoyo del poder del papado.

Además, hay otros pronunciamientos de la Iglesia que también le dan peso a estas prohibiciones. Pudieran no ser supremamente autorizadas (por ejemplo, por provenir de un concilio que, siendo legítimo, no fue ecuménico) o no ser directamente pertinentes (por ejemplo, una ley que siendo verdadera no mencione el asistir a servicios u oraciones de no católicos), a pesar de lo cual son altamente respetadas y por lo menos indirectamente relevantes. Por ejemplo:
“Nadie debe orar en comunidad con los herejes y cistmáticos.... No se permite a los herejes entrar a la casa del Señor mientras sigan en su herejía” (Concilio de Laodicea, en el siglo 4°, citando al Canon 6)
O:
“Uno no debe rezar ni cantar salmos con los herejes, y quienquiera que obre en comunión con aquéllos que han sido segados de la comunión con la Iglesia, sea clérigo o seglar, que sea excomulgado.” (Concilio de Cartago)

lunes, 27 de enero de 2014

El Papa Francisco y el Islam

El Papa Francisco y el Islam
Por Louie Verrecchio
http://www.harvestingthefruit.com/2014/01/
Traducido por Roberto Hope

1. Visitando a un grupo de refugiados en la parroquia del Sagrado Corazón en Roma el pasado domingo 19 de enero, el Papa Francisco dijo:
“compartiendo nuestra experiencia al llevar esa cruz, para quitar esa enfermedad de nuestros corazones, que amarga nuestra vida, es importante que hagan lo siguiente en sus reuniones: Quienes sean cristianos, con la Biblia y quienes sean musulmanes, con el Korán. La fe que sus padres les infundieron les ayudará siempre a salir adelante.”
2. Como católicos, entendemos que “esa enfermedad de nuestros corazones” es más que la simple ansiedad y tristeza que acompaña a todos los que sufren y lloran en este valle de lágrimas; más bien el origen de la amargura del hombre es su separación de Dios.

3. Sólo Jesucristo es el Médico Divino por cuyas heridas somos sanados (Isaías 53)

4. El Korán sostiene que nuestro Bendito Señor no es más que un hombre y nada más que eso. Es, en otras palabras, un libro de mentiras blasfemas, ofensivo a Dios Todopoderoso y a aquéllos que en verdad lo aman.

5. Uno puede aferrarse al Korán hasta su último suspiro, pero fuera de Jesucristo y de su Santa Iglesia Católica, no hay salvación.

6. Aquellos padres que infundieron en sus hijos una “fe” en el dios falso del Korán han logrado poco más que perpetuar una mentira, consignando a sus hijos a la muerte eterna.

7. Jesucristo encargó a su Iglesia a bautizar a todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que observen todo aquello que Él ha mandado.

8. El Vicario de Cristo tiene el deber de llevar a efecto esta misión

9. El Papa Francisco faltó tanto a Nuestro Señor como a los musulmanes a quienes se dirigió en la Parroquia del Sagrado Corazón en Roma.

10. El Papa Francisco se alió a esos padres musulmanes en perpetuar una mentira que esencialmente consigna a sus hijos a la muerte eterna.

11. Debemos rezar y ayunar por el Papa.

sábado, 25 de enero de 2014

La Ley Natural Prescribe el Ofrecimiento de Sacrificios

La Ley Natural Prescribe el Ofrecimiento de Sacrificios
(aun cuando no lo prescriban algunas religiones)

Por Francisco Romero Carrasquillo.

Traducido del inglés por Roberto Hope.
Tomado de: http://iteadthomam.blogspot.mx/2013/09/the-natural-law-prescribes-offering-of.html?

Estoy trabajando en un escrito sobre la religión natural según Santo Tomás de Aquino. El siguiente asombroso texto de la Summa Theologiae Iia – IIIae me ha dado mucho que pensar
La razón natural le dice al hombre que está sujeto a un ser superior en virtud de los defec­tos que percibe en si mismo, por los cuales necesita de la ayuda y dirección de alguien superior a él; y quien quiera que pudiera ser ese ser superior, todos lo conocen como Dios. Ahora bien, así como entre las cosas naturales, las inferiores están naturalmente sujetas a las supe­riores; de la misma manera, es un dictado de la razón natural, de confor­midad con la inclina­ción natural del hombre, el que el hombre deba rendir sumisión y honor, de la manera que le es apro­piada, a aquello que está por encima de él. Ahora bien, el modo que es apropiado para el hombre es el de emplear signos sensibles para signifi­car cualquier cosa, ya que él deriva su conocimiento de las cosas sensibles. Luego, es un dictado de la razón natu­ral el que el hombre deba utilizar ciertas cosas sen­sibles, ofreciéndoselas a Dios en señal de su sujeción y honor a Él, de la misma manera como lo hacen aquéllos que ofrecen presen­tes a su señor en reconocimiento de su auto­ridad. Así pues, esto es lo que queremos decir por sacrificio, y consecuentemente el ofre­cimiento de sacrificios viene de la ley natural. [1]
Detengámonos a pensar por un momento: la ley natural ordena el ofrecimiento de sacrificios físi­cos; o sea la inmolación real de una víctima (hostia) a Dios, en reconocimiento de nuestra dependencia de Él. Dado que la gracia, lejos de destruir la ley natural, la perfecciona, se coli­ge que el mandamiento de nuestra Santa Religión de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa constituye de hecho un caso en que la ley positiva (divina) hace específica la ley natural. [2]
Entonces ¿qué debemos concluir de las religiones que, por una u otra razón, niegan en última instancia la necesidad real del hombre de ofrecer sacrificios a Dios, como sucede en el Islam, en el judaísmo post-cristiano y en el protestantismo? Parece que esto podría ser fundamento para un argumento filosófico contra la verdad de esas religiones (¿o por lo menos contra su idoneidad moral?)
Notas:
[1] ST II-II.85.1c: [N]aturalis ratio dictat homini quod alicui superiori subdatur, propter defectus quos in seipso sentit, in quibus ab aliquo superiori eget adiuvari et dirigi. Et quidquid illud sit, hoc est quod apud omnes dicitur Deus. Sicut autem in rebus naturalibus naturaliter inferiora superioribus subduntur, ita etiam naturalis ratio dictat homini secundum naturalem inclinationem ut ei quod est supra hominem subiectionem et honorem exhibeat secundum suum modum. Est autem modus conveniens homini ut sensibilibus signis utatur ad aliqua exprimenda, quia ex sensibilibus cognitionem accipit. Et ideo ex naturali ratione procedit quod homo quibusdam sensibilibus rebus utatur offerens eas Deo, in signum debitae subiectionis et honoris, secundum similitudinem eorum qui dominis suis aliqua offerunt in recognitionem dominii. Hoc autem pertinet ad rationem sacrificii. Et ideo oblatio sacrificii pertinet ad ius naturale.
[2] Cf. ST I-II.95.2c: [S]ciendum est quod a lege naturali dupliciter potest aliquid derivari, uno modo, sicut conclusiones ex principiis; alio modo, sicut determinationes quaedam aliquorum communium. Primus quidem modus est similis ei quo in scientiis ex principiis conclusiones demonstrativae producuntur. Secundo vero modo simile est quod in artibus formae communes determinantur ad aliquid speciale, sicut artifex formam communem domus necesse est quod determinet ad hanc vel illam domus figuram. Derivantur ergo quaedam a principiis communibus legis naturae per modum conclusionum, sicut hoc quod est non esse occidendum, ut conclusio quaedam derivari potest ab eo quod est nulli esse malum faciendum. Quaedam vero per modum determinationis, sicut lex naturae habet quod ille qui peccat, puniatur; sed quod tali poena puniatur, hoc est quaedam determinatio legis naturae. Utraque igitur inveniuntur in lege humana posita. Sed ea quae sunt primi modi, continentur lege humana non tanquam sint solum lege posita, sed habent etiam aliquid vigoris ex lege naturali. Sed ea quae sunt secundi modi, ex sola lege humana vigorem habent.

domingo, 12 de enero de 2014

Los sillares con que se construye la Cristiandad

Comunidades Católicas ̶ Los sillares con que se construye la Cristiandad

Por el Hermano André Marie, M.I.C.M

(Este documento fue escrito para preparar una plática presentada en la Conferencia del St Benedict Cen­ter del 2005)

(Traducido del inglés por Roberto Hope)

En esta plática, propondré que las comunidades católicas son los sillares con los que se construirá la Cris­tiandad del futuro. Antes de proceder a explicar por qué yo creo que así es, y antes de explicar los principios que lo sustentan y lo que implica, sería necesario dar algunas definiciones.

Cristiandad. "Cristiandad" como utilizo el término es "esa sociedad de naciones soberanas que recono­cen el reinado de Jesucristo en todo lo que concierne a la ordenación de los asuntos nacionales e inter­nacionales."

La Cristiandad no existe en el presente. Existió en varias épocas. Más notablemente en la edad media, y fue en parte el resultado de un esfuerzo serio de los dirigentes católicos ̶ clérigos y estadistas ̶ por per­mear a la sociedad con los preceptos del Evangelio. Un vehículo fue La Ciudad de Dios de San Agustín, libro estudiado por dirigentes de la Iglesia y del estado con el objetivo de ordenar a la sociedad conforme a ese patrón.

Comunidad católica. Si busca usted la palabra comunidad en el diccionario encontrará varias definicio­nes, todas las cuales contienen la noción de una colectividad de individuos reunidos en algún tipo de uni­dad. Esto es lo que la etimología indica: com- del latín cum (con) que significa "junto" y unitas que signifi­ca "unidad". La primera definición del diccionario Webster contiene dentro de ella varias sub-definiciones:
1: un cuerpo unificado de individuos: como en a) un ESTADO, COMUNIDAD, b) la gente con intereses comunes que vive en una área particular, en sentido amplio: el área misma <v.gr. los problemas de una comunidad grande> c) una población interactuante de varios tipos de individuos (como especies) en una localidad común, d) un grupo de gente con una característica o interés común que viven jun­tos dentro de una sociedad más amplia <v.gr. una comunidad de personas retiradas>, e) un grupo uni­do por una política común, f) un cuerpo de personas o naciones que tienen una historia común o intereses sociales, económicos y políticos <v.gr. la comunidad internacional> g) un cuerpo de perso­nas de intereses comunes y especialmente profesionales esparcidos dentro de la sociedad más am­plia <v.gr. la comunidad académica>

Extrayendo lo que es útil de estas definiciones y añadiendo las nociones contenidas en la palabra Cató­lico. podemos formular esta definición de comunidad católica: "un cuerpo de católicos que viven en una área particular entre quienes las virtudes teologales y morales son las normas aceptadas de comporta­miento en la vida privada, familiar, profesional y social."

Ventajas. Entendida de esa manera, una comunidad católica tendría las ventajas de santificar a los in­di­viduos y a las familias, alentando la virtud y haciendo más accesibles los medios de crecimiento en la vi­da espiritual. Esto implica, por lo menos, la disponibilidad de la Misa, de los sacramentos, y de una bue­na instrucción religiosa, así como un conjunto concreto de principios compartidos entre los miembros de la sociedad.

Lo que no es: Por supuesto, una comunidad católica no es un culto como el de Jonestown o una socie­dad utópica como la de Fruitlands. Somos miembros de la la Iglesia universal y somos realistas. Ade­más, una comunidad así no es necesariamente rural, urbana o suburbana. Por muchas razones, la existencia de una multitud de comunidades católicas rurales o agrarias sería ideal ̶ y los papas han afirmado eso ̶ pero, para ser una comunidad católica no se necesita encajar en ese patrón.

Preguntas. Hay muchas preguntas que surgen de inmediato cuando comenzamos a considerar esto que acabamos de definir; por ejemplo:

¿Por qué necesitamos de Comunidades Católicas?

¿Dónde encajan en el panorama general de la Cristiandad del mañana y en nuestra Cruzada?

¿Cuáles son sus límites?

¿Cuáles son sus ventajas?

¿Qué es necesario que hagamos a fin de hacer que funcionen?

Para contestar estas preguntas, presentaremos nueve principios fundacionales. Estos principios pueden verse como elementos que integran los cimientos de una comunidad católica.

Los nueve principios que se enumeran:

1. Absolutamente no hay salvación fuera de la Iglesia Católica. Nadie se salva si no es elevado por su fe, el bautismo, la sumisión a la autoridad constituida divinamente, a la vida divina de la gracia como miembro viviente del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia Católica. Esto es un dogma definido solem­nemente que todos deben creer.
2. Para el ordenamiento correcto de la sociedad y para que se alcance más fácilmente el fin sobrenatural del hombre, todas las sociedades, incluyendo las naciones, deben reconocer el reinado temporal y eter­no de Jesucristo, como se revela a través de su Cuerpo Místico, la Iglesia. Como ésta decidi­da­men­te no es la manera en que el mundo está al presente ordenado, vivimos en una sociedad enfer­ma; enferma políticamente, enferma económicamente. Consecuentemente, es difícil vivir una vida de virtud. Esto se traduce directamente en las dificultades diarias que experimentamos en nuestros ho­ga­res, en nuestros matrimonios y con nuestros hijos.
3. La Cultura Católica es en esencia un resultado del acto más importante que ocurre en la tierra, el San­to Sacrificio de la Misa, que es al mismo tiempo una representación incruenta del sacrificio de la Cruz y el más alto acto de adoración rendido a la Santísima Trinidad por todos los miembros del Cuerpo Mís­tico de Cristo. La restauración de la Cultura Católica ̶ tan esencial para la reconstrucción de la Cristiandad ̶ requerirá, entre otras cosas, de la restauración de las auténticas tradiciones litúrgicas de la iglesia.
4. Poca gente cree en estas proposiciones, y aquéllos con autoridad en la Iglesia y en la sociedad civil pa­recen ser indiferentes a ellas o estar empeñados en suprimirlas. Más aún, las fuerzas del naturalis­mo organizado, bajo la dirección de Satanás, buscan borrarlas totalmente y reemplazarlas con su agen­da diabólica de indiferentismo religioso, globalismo anti-Cristiano y adoración naturalista al hom­bre en lu­gar de a Dios.
5. El Santo Sacramento del Matrimonio es indisoluble y su fin primario, la procreación y la educación de los hijos, es esencial para el bien temporal de la sociedad y para la eterna salvación de las almas. El hogar es la Iglesia doméstica y los enemigos del orden Cristiano por mucho tiempo han pugnado por minar su estabilidad.
6. Como católicos que no tienen autoridad o influencia en la sociedad temporal, el resolver el dilema se­ñalado en la cuarta proposición es algo que no podemos hacer a gran escala a través de ninguna acti­vidad directa nuestra. Podemos rezar y trabajar por un cambio positivo, pero el logro real habrá de ser obra de Dios a través de la autoridad visible del magisterio.
7. Mientras tanto, trabajando juntos para crear una atmósfera en la cual habrán de realizarse las difíciles tareas que están implícitas en la quinta proposición, podemos de nuestro pequeña manera, construir partes del cimiento sobre el cual habrá de erigirse la Cristiandad futura. Esto es construir "Comunida­des Católicas", que yo propongo que son los sillares con los que se construye la Cristiandad.
8. Hay una multitud de pequeñas cosas que deben hacerse para tener éxito en esta tarea. Estas peque­ñas cosas incluyen el cultivar una perspectiva católica apropiada ̶ y desarrollar actividad ̶ en las si­guientes áreas: vida de hogar; esposas que trabajan fuera del hogar; educación de los hijos; educa­ción escolástica; modestia en el vestir; música y otros tipos de entretenimiento; la "sub-cultura del ado­lescente" con su resultado inevitable; la brecha generacional; el cortejo honorable en contraposi­ción con los encuentros casuales; y el fomento de vocaciones.
9. Estas "pequeñas cosas" exigirán grandes sacrificios de nuestra parte. Con la ayuda de la gracia y de los dones del Espíritu Santo, llevándolas a cabo en estas tan difíciles circunstancias nos hará santos ̶ siempre que estemos en estado de gracia y mantengamos pureza de intención. Más aún, nos trae­rá las mayores bendiciones de Dios en forma tal que nuestras oraciones y nuestras obras por la res­tau­ración de la enseñanza de la Iglesia, la restauración de la Misa y la restauración de la Cristian­dad, serán atendidas.

Explicación de los nueve principios

Primer principio. "Absolutamente no hay salvación fuera de la Iglesia Católica. Nadie se salva si no es elevado por su fe, el bautismo, la sumisión a la autoridad constituida divinamente, a la vida divina de la gracia como miembro viviente del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia Católica. Esto es un dogma defini­do solem­nemente que todos deben creer."

Como la comunidad católica tiene como una de sus metas la restauración del orden Cristiano, los puntos fundacionales del dogma católico tienen una incidencia directa en esa cuestión. Esto explica por qué in­cluimos el que fuera de la Iglesia no hay salvación entre nuestras bases para una Comunidad Católi­ca.

De hecho, una comunidad católica es sólo un medio para llegar a un fin sobrenatural y se llega a ese fin solamente a través de la pertenencia a la Iglesia Católica. En lugar de abundar más sobre este dogma, lo pongo como el primer principio ̶ el único que tiene la solidez de la infalibilidad ̶ y rápidamente lo relacio­no con el segundo principio.

El segundo principio: Para el ordenamiento correcto de la sociedad y para que se alcance más fá­cil­mente el fin sobrenatural del hombre, todas las sociedades, incluyendo las naciones, deben reconocer el reinado temporal y eterno de Jesucristo, como está revelado a través de su Cuerpo Místico, la Iglesia. Co­mo ésta decidi­damente no es la manera en que el mundo está ordenado al presente, vivimos en una sociedad enfer­ma; enferma políticamente, enferma económicamente. Consecuentemente, es difícil vivir una vida de virtud. Esto se traduce directamente en las dificultades diarias que experimentamos en nues­tros ho­gares, en nuestros matrimonios y con nuestros hijos.

Cristo Rey. Un católico que esté medianamente informado notará que estamos refiriéndonos a la doctri­na de Cristo Rey. Es la enseñanza social de la Iglesia como ha sido articulada por todos los papas desde Pío IX hasta Pío XII. La fiesta de Cristo Rey fue promulgada por el Papa Pío XI a fin de imprimir esta enseñanza en las mentes de los hombres, incorporándola al ciclo litúrgico. En la encíclica Quas Primas, que promulgó esa fiesta, el Santo Padre recordó al mundo católico que el imperio de Cristo es universal, y que las almas individuales y las naciones deben reconocerlo: "Tampoco hay diferencia alguna en esta cuestión entre el individuo, y la familia o el Estado; pues todos los hombres, ya sea en forma colectiva o en forma individual, están bajo el dominio de Cristo. En él está la salvación del individuo, en él la salva­ción de la sociedad. 'Tampoco hay salvación en nadie más, pues no hay otro nombre dado a los hom­bres bajo el cielo por el cual habremos de ser salvados."

¿Debe el estado reconocer no sólo los derechos de Dios sino también a la verdadera Iglesia? Sí, debe hacerlo. Aquí está el Papa León XIII, afirmando que los estados como "personas morales" están tan obligados a rendir la divina adoración a Dios: "Es un pecado para el estado no tener cuidado de la religión, como algo más allá de su alcance, o como algo sin beneficio práctico: o que entre las muchas formas de religión elija aquélla que entone con su gusto; pues estamos obligados absolutamente a adorar a Dios en la forma como Él nos enseñó que era su deseo..." (Immortale Dei)

¿Entonces la Iglesia se mete en política? La respuesta es "sí," en tanto que la política toca la vida moral del hombre, algo enteramente dentro del alcance de la jurisdicción de la Iglesia. Con el mandato de Nues­tro Señor de enseñar a todas las naciones, la Iglesia ̶ principalmente el papa ̶ tiene autoridad di­rec­ta en todos los asuntos espirituales, y autoridad indirecta en los asuntos temporales cuando tocan la moral y los derechos de Dios. Esos "asuntos mixtos," están relacionados con lo espiritual y se ven princi­palmente en el área de educación y de los efectos del matrimonio.}

Aquellos que se escandalizan de que el papa se involucre en algo tan "mundano" o tan poco santo como la política debe meditar las palabras del místico y santo Papa San Pío X. "No ocultamos el hecho de que habremos de pasmar a algunas personas diciendo que necesariamente debemos interesarnos en políti­ca. Pero cualquiera que se haga un juicio equitativo verá claramente que el Supremo Pontífice de ningu­na manera debe exceptuar violentamente la categoría de política de sujetarse al control supremo de la fe y de la moral que se le confirió." (Alocución Consistorial, 9 de noviembre de 1903, citado en Fahey p. 57.)

Si consideramos de manera conjunta los dos primeros principios de nuestra plataforma, llegamos a la si­guiente formulación: Fuera de la Iglesia no hay salvación ni para los individuos ni para las naciones. Ya hemos oído a Pío XI decir esto en Quas Primas. En términos todavía más explícitos, San Pío X habla de la Iglesia como la salvación de la sociedad.

"Así como el Cristianismo no puede penetrar el alma sin hacerla mejor, tampoco puede entrar en la vida pública sin establecer orden.... Si ha transformado a la sociedad pagana... así en nuestros días podrá poner a este mundo otra vez en el camino verdadero, y volver al orden a los Estados y a los pueblos de los tiempos modernos. Pero el regreso al Cristianismo no será eficaz y completo si no restaura en el mundo un amor sincero amor por la Única, Santa, Católica y Apostólica Iglesia. En la Iglesia Católica está encarnado el Cristianismo. Está identificada con esa sociedad espiritual perfecta, soberana en su propio orden, que es el Cuerpo Místico de Jesucristo y que tiene como cabeza visible al Romano Pontífi­ce, sucesor del Príncipe de los Apóstoles ... La sociedad tan tristemente descarriada debe re-entrar al se­no de la Iglesia si desea recuperar su bienestar, su reposo y su salvación." (Carta Apostólica del 19 de marzo de 1902: Revista de su Pontificado.)

"Pero" puede usted decir, "la sociedad no tiene alma; los hombre son quienes la tienen. La nación no irá
al cielo o al infierno." Esto es cierto. Francia no puede perder su alma inmortal porque no tiene alma. Lo mismo es cierto de España, Rusia, China y los Estados Unidos. No obstante, aunque esas naciones no habrán de salvarse o condenarse en la eternidad, sus ciudadanos sí, y si bien cada uno será salvado o condenado en base a su correspondencia personal con la gracia, las condiciones de esa sociedad le fueron conducentes o no conducentes a su salvación. Este estado de cosas es análogo a la pequeña so­ciedad que es la familia. Si un musulmán es condenado porque por su libre voluntad no cooperó con la gracia de Dios que lo llevara a su salvación, puede decirse que el criarse en una familia musulmana no le ayudó. Esto es por qué San Alfonso María Liguori pudo decir que criarse en una familia católica es una de las mayores gracias que Dios le da a la gente.

El Padre Fahey demuele esta objeción con su acostumbrado sentido común: "es muy cierto que las na­ciones o las sociedades no se van al cielo. Los seres humanos se van al cielo de uno en uno, a vivir en el Círculo Familiar de la Santísima Trinidad. Pero el miembro individual de la sociedad vive bajo la ince­sante influencia de su ambiente, en el cual si no podemos decir que está sumergido, por lo menos pode­mos decir que está profundamente inmerso. La organización social se requiere para ayudar la disciplina de uno mismo contra las no organizadas tendencias del formalismo y naturalismo que están en todos no­sotros. Es todavía más indispensable a fin de combatir las fuerzas organizadas anti-sobrenatu­rales que están infundidas de oposición al programa de Nuestro Señor para el mundo. Si los católicos se contentan con inculcar la práctica privada de la religión y permiten que sus instituciones sociales sean moldeadas por esas fuerzas organizadas, naturalistas y anti-sobrenaturales, entonces de poquito en poquito, el miem­bro común de la sociedad sucumbirá a la influencia de su ambiente. Gradualmente dejará de vivir co­mo miembro de Cristo, aun cuando pueda retener el nombre de Cristiano." (MBCRS, Pág. 11)

Así pues en la medida en que el ordenamiento político y económico de una sociedad esté en conformidad con el Reinado de Cristo, las condiciones en esa sociedad serán más conducentes a la salvación de sus ciudadanos. Entonces la salvación de los individuos está relacionada con la "salvación" del estado.

Lo siguiente es una pequeña lista de los males sociales cuya existencia prueba que no vivimos en una so­ciedad Cristiana:
  • La descriminalización del aborto
  • Uniones anti-naturales que se ostentan como matrimonios
  • Un sistema económico que consagra la usura, que hace de los seres humanos medios de producción de bienes materiales y de los bienes materiales medios de producción de dinero, haciendo así a los fi­nancieros amos de la verdadera riqueza y de los humanos que la producen. (Se supone que el di­nero o "riqueza monetaria" no es más que un mero instrumento para el intercambio de riqueza real, la cual, a su vez es para ayudar al hombre a alcanzar su fin sobrenatural. Santo Tomás arguye que pa­ra vivir una vida de virtud se necesita riqueza ̶- riqueza real: comida, vestido, tierra, casa.)
  • Un gobierno omnipresente que por medio de impuestos excesivos, papeleo burocrático, controles dra­conianos sobre el uso del suelo, sobre la posesión de armas, sobre la educación, sobre el viajar, y sobre la vida privada, se muestra irrespetuoso de las libertades que Dios ha dado a los ciudadanos, li­bertades que existen para el propósito de ayudar al hombre a alcanzar su salvación.

La doctrina de Cristo Rey no es un ideal abstracto, ni el rechazo de esa doctrina por la sociedad es un mal puramente especulativo. Su rechazo toca nuestra vida cotidiana de innumerables maneras, en asun­tos pequeños así como en asuntos de gran importancia. En pocas palabras, los efectos perjudiciales de esta condición enferma de la sociedad es lo que hace tan difícil para ustedes educar a sus familias.

Tercer Principio "La cultura católica es en esencia un resultado del acto más importante que ocurre en la tierra, el San­to Sacrificio de la Misa, que es al mismo tiempo una representación incruenta del sacrificio de la Cruz y el más alto acto de adoración rendido a la Santísima Trinidad por todos los miembros del Cuer­po Mís­tico de Cristo. La restauración de la cultura católica ̶ tan esencial para la reconstrucción de la Cristiandad ̶ requerirá, entre otras cosas, de la restauración de las auténticas tradiciones litúrgicas de la iglesia.

El Dr. John Senior, hombre de letras y filósofo, lo resumió así: "El culto es la base de la cultura. Una au­téntica cultura cristiana, por lo tanto debe centrarse en un culto cristiano auténtico." El culto de devoción a la Santísima Trinidad que ejercemos en la Santa Misa es el digno y justo rendirle a Dios lo que se le de­be a Él. Es el acto más sublime que podemos realizar como miembros del Cuerpo Místico. Este acto, cuan­do se le ve en su verdadera luz, deberá ser atendido con lo mejor que el hombre tiene que ofrecer en unión con el sacrificio Dios-Hombre. Esto incluirá, principalmente, el sometimiento de su inteligencia y voluntad; sin embargo, como no somos ángeles, nuestros cuerpos con sus sentimientos, movimientos, sonidos, imágenes y aromas también intervienen. Cuando el hombre enfoca la atención del arte y la cien­cia sobre este acto sublime de adoración divina, el arte y la ciencia se elevan y transforman. Aquí nue­vamente el Dr. Senior explicando esto de la manera más elocuente:

"¿Qué es la Cultura Cristiana? Esencialmente es la Misa. Esto no es mi opinión o deseo o la de alguien más sino el hecho central de dos mil años de la historia de la Cristiandad, lo que los secularistas llaman la Civilización Occidental, es la Misa y la parafernalia que la protege y la facilita. Toda la arquitectura, el ar­te, las formas políticas y sociales la economía, la forma como vive, como siente y como piensa la gente, la música, la literatura ̶- todas estas cosas, cuando se hacen bien, son formas de fomentar y proteger al Santo Sacrificio de la Misa. Para efectuar un sacrificio debe haber un altar, un altar debe tener un techo que lo cubra para el caso de que llueva; para guardar al Santísimo Sacramento construimos una pequeña Casa de Oro y sobre ella una Torre de Marfil con una campana y un jardín alrededor, con rosas y lirios de pureza, emblemas de la Virgen María ̶ Rosa Mystica, Turris Davidica, Turris Eburnea, Domus Aurea, que llevó su Cuerpo y su Sangre en su vientre, Cuerpo de su cuerpo, Sangre de su sangre. Y alrededor de la iglesia y del jardín donde enterramos a los fieles difuntos, viven quienes la cuidan, los sacerdotes y los religiosos cuyo trabajo es orar, que mantienen el Misterio de la Fe en su tabernáculo de música y de pala­bras en la Oficina de la Iglesia; y alrededor de ellos, los fieles que se reúnen para adorar y distribuir el demás trabajo que debe ejecutarse a fin de hacer posible la perpetuación del Sacrificio ̶- reunir comida, hacer ropa, construir y mantener la paz para que las generaciones futuras puedan vivir para Él, para que el Sacrificio siga hasta la consumación del mundo." ̶ páginas 15 y 16.

La destrucción que hemos visto en la misa Novus Ordo ̶ y yo no mantengo que éste sea un rito invalido ̶ es una destrucción de la Cultura Cristiana. La revolución litúrgica no sólo les causó enorme confusión doctrinal a los fieles, sino que también ayudo a la desintegración de la cultura en las artes y las letras. Tes­timonio de ello son los sentimientos expresados en una carta enviada a Pablo VI por 57 artistas y lite­ratos, católicos y no católicos, incluyendo a Agatha Christie, Vladimir Ashkenazi, Graham Greene, Yehudi Menuhin y Malcolm Muggeridge.1 La carta decía, en parte: "El rito en cuestión, en su magnifico texto la­tino, también ha inspirado una multitud de inapreciables logros en las artes ̶ no sólo obras místicas, sino obras de poetas, filósofos, músicos, arquitectos, pintores y escultores en todas las épocas y países Por lo tanto pertenece a la cultura universal tanto como a los hombres de iglesia y a los cristianos forma­les. En la civilización materialista y tecnocrática que amenaza cada vez más la vida de la mente y del es­píritu en su expresión original creativa ̶ la palabra ̶ nos parece particularmente inhumano privar al hom­bre de una forma de la palabra en una de sus manifestaciones más grandiosas."

Por supuesto el peor resultado de la nueva liturgia es que redujo la gloria extrínseca que se nos llama que demos a la Santísima Trinidad. Eso, en y por si mismo es suficientemente condenatorio de la revo­lu­ción. Más que eso, sin embargo, como la salvación del hombre y la gloria que le rinde a Dios no están di­vorciadas del hombre como ser social y cultural ̶ como se afirmó arriba ̶ todos estos malos efectos es­tán relacionados. En otras palabras, la cuestión cultural no puede reducirse a una mera cuestión de un sentido estético más elevado: está relacionada con el dogma; está relacionada con la salvación

Cuarto principio. "Poca gente cree en estas proposiciones, y aquéllos con autoridad en la Iglesia y en la sociedad civil pa­recen ser indiferentes a ellas o estar empeñados en suprimirlas. Más aún, las fuerzas del naturalis­mo organizado, bajo la dirección de Satanás, buscan borrarlas totalmente y reemplazarlas con su agen­da diabólica de indiferentismo religioso, globalismo anti-Cristiano y adoración naturalista al hombre en lu­gar de a Dios."

No soy sociólogo No tengo estadísticas al dedillo para demostrar cuántos católicos putativos se rehúsan a creer que fuera de la Iglesia no hay salvación, rechazan la enseñanza social tradicional de la iglesia, o creen que la Nueva Misa es mejor que la que trató de remplazar. Sin embargo, podemos mirar a nuestro alrededor y ver el estado de cosas. Somos una definitiva minoría y tenemos poco apoyo de nuestra jerar­quía, aun cuando con nuestro nuevo Santo Padre [Benedicto XVI], las cosas están mejorando a través de darle mayor la­titud a la tradición Pero este progreso, que nos alegra tener, no es suficiente para cambiar las cosas de la manera como deberían cambiar. Lo que verdaderamente necesitamos es una radical reversión de la Revolución en la teología, en la moral y en la liturgia.

Cuando digo que las fuerzas del Naturalismo Organizado buscan eliminar el dogma, la liturgia y el orden social católicos, algunos pudieran concluir que estoy exponiendo una absurda teoría conspiratoria. Aun cuando mucha teorías conspiratorias son curiosas, cómicas u ofensivas al sentido común y a los hechos conocidos, el que haya conspiraciones contra la fe es algo que debemos dar por hecho de las palabras de nuestro Señor en el evangelio acerca de que el mundo nos odie Muchos papas han hablado de las maquinaciones que sociedades secretas llevan a cabo en contra de la Iglesia, y la evidencia de la historia está ahí para quien quiera verla. Lo que quisiera decir acerca de las conspiraciones es lo que los mejo­res estudiosos de la Revolución contra el Orden Cristiano ̶ gente como el Padre Fahey y Monseñor Jouin ̶ explican en su verdadero contexto. Es la guerra de Satanás contra Dios ̶ o la serpiente que muer­de el talón de Nuestra Señora. Todos los demás que participan en la conspiración, sean Sionistas, Masones o Cabalistas ̶ son los tontos útiles Esta es la razón por la que los no católicos son incapaces de explicar adecuadamente estos hechos de la historia. Careciendo de la fe sobrenatural que se requiere para ver la verdadera naturaleza del Naturalismo Organizado, están condenados a interpretar mal el gran escenario aun cuando vean muchas de sus partes. Este "gran escenario" fue resumido por el Padre Fahey como el plan de Satanás para el orden, en contraposición al plan de Nuestro Señor .

El Padre Fahey documenta el anti-sobrenaturalismo de la Nación Judía y de la masonería Pero él enfati­za que ninguna de estas fuerzas del Naturalismo Organizado está en ultima instancia en control de la ver­dadera batalla contra el orden social católico Ningún humano está tan organizado, tan unido en propósi­to, ni es tan inteligente como para poder dirigir la descristianizacion del mundo que ha ocurrido desde la época en que Bonifacio VII fue abofeteado en Anagni hasta ahora. El operador conspiratorio de más alto nivel no es más que un peón en el juego de Satanás

Lo que nos han dado es precisamente lo opuesto del orden que Dios quiere para las cosas. Dios quiere muchas naciones y una sola religión Destruyendo la soberanía nacional a través de organismos tales co­mo las Naciones Unidas y la Corte Mundial, Satanás nos empuja hacia ser una nación con muchas reli­gio­nes.

Quinto principio. "El Santo Sacramento del Matrimonio es indisoluble y su fin primario, la procreación y la educación de los hijos, es esencial para el bien temporal de la sociedad y para la eterna salvación de las almas. El hogar es la Iglesia doméstica y los enemigos del orden Cristiano por mucho tiempo han pug­nado por minar su estabilidad."

Parece que estamos pasando algo rápidamente de lo muy global a lo muy local. Hasta ahora, todo lo que hemos discutido concierne a la Iglesia Universal, la vida de las naciones y los movimientos internaciona­les. De pronto estrechamos nuestro enfoque a la sala de su casa y a su lecho conyugal. Pero todo está conectado, y por esta razón: el progreso o retroceso de cualquier sociedad, sea natural o sobrenatural co­mienza en el hogar.

La siguiente es una capsula de sabiduría preservada en un proverbio nigeriano, presumiblemente de ori­gen pagano. "La ruina de una nación comienza en los hogares de su pueblo."

El Padre Mario Eugenio Boylan agregó un estrato sobrenatural a esto al escribir en This Tremendous Lover "Es urgente, en este momento, que los católicos santifiquen a la familia y la vida de la familia, ya que la influencia del cristianismo en la sociedad depende de su influencia en la familia. En la medida en que la familia deje de ser cristiana, la civilización cristiana se acercará a su fin." (M. Eugene Boylan, O. Cist. R., This Tremendous Lover, The Newman Press, Westminster, MD, 1957, pg. 233.) ¡Puede sor­pren­der a algunos descubrir que esta alarma fue sonada por el Padre Boylan en un libro publicado por pri­mera vez en 1947! La degeneración del hogar católico y el impacto necesario que esto tendría en la so­ciedad era algo que estaba perfectamente a la vista de aquéllos que prestaban atención

Podemos retroceder aún más en el tiempo hasta los papas León XIII y Pío XI, cuyas encíclicas sobre el matrimonio hacían advertencias semejantes. No podemos recomendar suficientemente la encíclica Casti Connubi como un manifiesto para la pareja católica.

Lo que merece decirse es que el fin primario del matrimonio ̶ la procreación y educación de los hijos ̶ es en gran parte el punto más critico de este asunto de reconstruir la Cristiandad. A veces solemos oír de entusiastas padres opuestos a la anticoncepción, que su meta es "ganarle en población al enemigo". Hay algo de cierto en esto; sin embargo, los padres católicos pueden procrear todos los hijos que quieran pero no van a ganarle en población al enemigo si fallan en su trabajo de educarlos. De hecho es peor que eso, pueden acabar entregando a sus hijos al enemigo.

"Educación" como utilizamos aquí ese término no es simplemente enseñar a leer, a escribir y a usar la arit­mética. La educación que se menciona como el fin primario del matrimonio incluye todo lo que implica criar a un niño: comida, vestido, techo, instrucción religiosa, otras formas de instrucción, disciplina en el comportamiento, buenos hábitos mentales y físicos ̶ todo.

Los enemigos del orden cristiano por mucho tiempo han luchado en contra de la estabilidad de la familia. Difícilmente necesitamos mencionar el fruto obvio de su esfuerzo: el aborto y la anticoncepcion. Para ser completa, la lista tendría que extenderse al divorcio, al feminismo, ̶ incluyendo el tener a las madres tra­bajando fuera de casa, una estructura de impuestos que alienta a las parejas a evitar la concepción, es­cuelas que alientan el comportamiento promiscuo, y una economía que ha transformado al padre de ser un proveedor para su familia a ser un medio de producción para los ricos financieros.

Para ver un retrato verdadero y sobrenatural del hogar y de la vida en familia, debemos considerar las pa­labras del Papa Pío XI:

"Los padres cristianos deben entender, además, que su deber no sólo es propagar y mantener la raza hu­mana sobre la tierra; ni siquiera es criar adoradores del verdadero Dios. Se les llama a dar hijos a la Igle­sia, criar conciudadanos de los santos y miembros de la casa de Dios, a fin de que los adoradores de nues­tro Dios y Salvador aumenten día con día ... pues es su función ofrecer a sus hijos a la Iglesia para que ella, fructífera Madre de los hijos de Dios, los pueda crear de nuevo al bien sobrenatural en las aguas del bautismo, hacerlos miembros vivos de Cristo, partícipes de la vida inmortal, y herederos, finalmente, de esa gloria eterna a la cual todos aspiramos fervientemente.
Sexto principio. "Como católicos que no tienen autoridad o influencia en la sociedad temporal, el resol­ver el dilema se­ñalado en la cuarta proposición es algo que no podemos hacer a gran escala a través de ninguna acti­vidad directa nuestra. Podemos rezar y trabajar por un cambio positivo, pero el logro real ha­brá de ser obra de Dios a través de la autoridad visible del magisterio."

Trabarse en mucho "lenguaje fuerte" acerca de cómo habremos nosotros de cambiar las cosas sería ri­dí­culo. Debemos reconocer nuestra pequeñez y ser humildes. Podemos obrar y orar por que vengan cam­bios positivos; podemos tratar de lograr una conversión a la vez; podemos, lentamente, tratar de influir en otros para abrazar toda la Tradición Católica y una adhesión integral a las enseñanzas de la Iglesia, pe­ro somos impotentes para trabajar en gran escala porque no tenemos autoridad. San Maximiliano Ma­ría Kolbe llevó a cabo ambiciosos proyectos, pero con cierto realismo. Les habló a sus hermanos fran­ciscanos acerca de la visión que él tenia para usar los medios en términos de su propia pequeñez.

"Nosotros, también, debemos usar la prensa y otros medios de comunicación ̶ seamos claros, aun en la mejor de las circunstancias esto siempre será poco en contraste con lo que dispone la prensa mundial atea y anti-religiosa ̶ y ponerlas al servicio de la Inmaculada para combatir el error y la impiedad, por la Gloria de Dios, para que todo hombre pueda conocer que ha sido redimido por Jesucristo y llamado a la gloria inmortal. Nuestra fragilidad humana, recursos limitados y demás dificultades mundanas no deben disuadirnos; confiemos en la Inmaculada, pongámonos verdaderamente en Sus manos y Ella seguirá ga­nando las batallas de Dios, como lo hizo en Lepanto y en Viena. Debemos poner a Nuestra Señora en cada alma para que de cada alma el pecado sea expelido y Jesús sea recibido. Quien encuentre a la Inmaculada encontrará a Jesús"

Conscientes de que las cosas han venido para abajo desde que enunció estas palabras, debemos imitar su realismo y también nuestra confianza en la intercesión de Nuestra Señora. La razón de que debemos reconocer totalmente nuestra pequeñez no es para que nos desalentemos, sino para que sepamos cómo habrá de llegar la victoria. No importa cuánto luchemos, la victoria final será de la Santísima Trinidad, obran­do a través de Nuestra Señora y de la Iglesia.

Es el magisterio, principalmente el Santo Padre, el que tiene que efectuar los cambios. Esto es por lo que rezamos; esto es para lo que estamos tratando de enseñar a la gente a sostener y defender su auto­ri­dad. Permanecer confiados en que esto ocurrirá requiere de una perspectiva sobrenatural, ilumi­na­da por la Fe y animada por los dones del conocimiento y del entendimiento.

Piense en términos de Fátima. Nuestra Señora prometió que al final su Inmaculado Corazón habría de triunfar. ¿Pero cómo? El Santo Padre habrá de consagrar a Rusia y Rusia se convertirá a la fe católica Esto debe imprimir en nosotros el pensamiento de que Nuestra Señora quiere el triunfo de su Corazón Inmaculado, lo cual es el triunfo de Dios, que será efectuado por el papa, actuando conjuntamente con todos los obispos del mundo. El resultado será la conversión de una nación entera.

Referente a nuestra pequeñez, debemos darnos cuenta de que la humildad es una virtud necesaria en esta batalla. Ciertamente nuestro status quo nos da muchas razones para practicar la humildad. Pero también debemos recordar las palabras de San Pablo: "Pues Dios ha escogido las cosas tontas de la tierra para confundir a los sabios; y a las cosas débiles del mundo para confundir a los fuertes." (I Cor. 1:27)

Séptimo principio. "Mientras tanto, trabajando juntos para crear una atmósfera en la cual habrán de rea­lizarse las difíciles tareas que están implícitas en la quinta proposición, podemos de nuestro modesta manera, construir partes del cimiento sobre el cual habrá de erigirse la Cristiandad futura. Esto es cons­truir 'Comunida­des Católicas', que yo propongo que son los sillares con los que se construye la Cristian­dad."

Siguiendo con lo que acabamos de decir acerca de nuestra "pequeñez," tenemos que darnos cuenta de los límites de una comunidad católica con respecto a lo que puede lograr. Hay dos sociedades sobre la tierra a las que se les llama "sociedades perfectas," una natural, la otra sobrenatural. Son el estado y la Iglesia. Por "sociedad perfecta" no queremos decir una moralmente perfecta. Es un término técnico que denota una sociedad que tiene a su disposición todos los medios necesarios para alcanzar sus propósitos ̶ preservar el bien común de la población ̶ porque tiene los recursos necesarios para hacerlo. Con tie­rra suficiente para cultivar alimentos, riqueza mineral, autoridad para regular el comercio, para imponer con­tribuciones justas, para promulgar leyes y hacerlas cumplir; con una población suficientemente grande para que las ciencias, artes y oficios necesarios estén a disposición del bien común, el estado puede pro­veer para sus fines. La iglesia, que es sobrenatural, tiene aquellos medios otorgados por Nuestro Señor para lograr su fin, que es celestial: el depósito de la fe, un magisterio infalible para enseñar, etc. La dota­ción total de dones que Jesús concedió a su Iglesia están a su disposición para que ella pueda lograr su fin, específicamente el de salvar almas.

La familia no es una sociedad perfecta, aun en la mejor de las circunstancias. Depende de ayuda externa para lograr sus fines. (¡A aquellos rudos individualistas que quisieran tratar de probar falso este hecho les invito a que consideren cómo habrán casar a sus hijos sin ayuda externa!)

Una comunidad católica como la que estamos proponiendo tampoco es una sociedad perfecta. Podemos tratar de ser tan auto-suficientes como sea necesario: tener nuestra propia capilla para la Misa y los sa­cra­mentos, nuestra propia escuela, nuestra propia vida social y entretenimiento. Hasta podemos tener agricultores que provean algunos de nuestros alimentos, pero no podemos tener nuestra propia policía, ejército, hospitales; no podemos mantener nuestra propia infraestructura de caminos, regular el comercio, promulgar leyes, etc. Si tratáramos de hacer estas cosas acabaríamos todos en la cárcel o peor. Ade­más acabaríamos quedando fuera de la Iglesia, ya que dependemos de esa sociedad perfecta para nues­tro fin sobrenatural. No, no somos una sociedad perfecta y por lo tanto dependemos de ayuda externa. Consecuentemente hay limites en lo que podemos hacer.

Dicho eso, podemos tratar de construir un vecindario en el que católicos comprometidos compartan la mis­ma visión Recuerden lo que antes dijimos acerca de cómo el hombre es una criatura social y que su salvación se afecta por su entorno. Una atmósfera católica en la que la gente esté tratando de "soportar las cargas de uno a otro" como nos lo encomendó San Pablo es una ventaja para la salvación de quienes vivan en ella. Nos hemos quejado de que las fuerzas del naturalismo organizado han creado una atmós­fe­ra destructiva en el mundo; proponemos como solución que nos unamos para ayudarnos unos a otros a luchar contra las fuerzas de lo que el Padre Fahey llamo las fuerzas del naturalismo no organizado, o sea la concupiscencia en cada uno de nosotros, nuestra propia tendencia a pecar. Si nos esforzamos por vivir juntos las virtudes teologales y morales, entonces habremos de estar haciendo lo que podemos para levantar los fragmentos de la Cristiandad sillar por sillar. Las familias que se esfuercen por re-adqui­rir la sabiduría de sentido común del pasado tendrán como vecinos a otras familias interesadas en las mis­mas cosas. Nos daremos cuenta de que no estamos locos: todos los demás si.

Lo más importante, esta comunidad de valores, este tesoro común será pasado a la siguiente generación en la familia, y esta red de apoyo que la familia tiene en esta pequeña sociedad, padres, profesores, clé­rigos, vecinos, compañeros de trabajo, estarán todos esencialmente de acuerdo uno con otro, de modo que Juanito no creerá que mamá y papá son raros. La sociedad entera apoyará esta forma de pensar.

Octavo Principio. "Hay una multitud de pequeñas cosas que deben hacerse para tener éxito en esta ta­rea. Estas peque­ñas cosas incluyen el cultivar una perspectiva católica apropiada ̶ y desarrollar activi­dad ̶ en las si­guientes áreas: vida de hogar; esposas que trabajan fuera del hogar; educación de los hi­jos; educa­ción escolástica; modestia en el vestir; música y otros tipos de entretenimiento; la "sub-cultura del adolescente" con su resultado inevitable; la brecha generacional; el cortejo honorable en contraposi­ción con los encuentros casuales; y el fomento de vocaciones."

Muchas de estas cuestiones están relacionadas directamente con la vida de la familia. Sin vida católica de familia, no habrá comunidad católica.

En cierto sentido. poco debería tener que decirse de esto, pues lo que verdaderamente se necesita en es­ta área es simplemente el vivir las costumbres sensatas de aquellos mejores tiempos. Sin embargo esas costumbres se han perdido debido a la revolución sexual de los años sesenta, las extrañas nociones del Dr. Spock sobre la de educa­ción de los hijos, la transformación de las escuelas en vehículos de refor­ma social promovida por John Dewey, la explosión de una multitud de escuelas de pensamiento de psico­logía del comportamiento con sus ataques más o menos perniciosos a la moral cristiana, una industria del entretenimiento anti-cristiana cuya invasión ha sido bienvenida en la sala de casi todas las casas, un sis­te­ma judicial que, siguiendo al juez Oliver Wendell Holmes, ha determinado que la moralidad no puede legislar­se. Todos estos factores, combinados con la concupiscencia presente en cada uno de nosotros, ha con­tri­buido a la pérdida del sentido común de la buena vida en familia a la antigua. Como resultado, el senti­do común ya no es común y tiene que ser aprendido desde cero.

Demasiados católicos tradicionales creen que, mientras le enseñes a Juanito el catecismo, lo lleves a mi­sa, lo mantengas alejado de los abusos más obvios de la cultura moderna, las cosas saldrán bien. En lo demás, se alimentan de lo que su frecuentemente laxa conciencia acepta de la basura emanada de Holly­wood, la industria de la televisión y demás entretenimiento, siempre y cuando no sea "fuerte". Fallan al no tomar en consideración dos cosas:

Primero, aquellas cosas que acabo de enumerar son, en general, productos de una cultura anti-cristiana y, aun cuando se le suprima el lenguaje vulgar, la desnudez, y las referencias obviamente impuras, el men­saje sigue siendo el mismo.

Segundo, para hacer de un hogar cristiano algo que merezca el nombre, debe hacerse un verdadero es­fuerzo para volverlo en algo radicalmente diferente de la cultura dominante que nos rodea. Esto no es meramente una lista de negaciones (no a la televisión, al cine, al Rock and Roll, a los video-juegos, etc.) La naturaleza aborrece el vacío y la persona humana necesita el descanso. Lo que hacemos con nuestro descanso, sin embargo, debe ser diferente de lo que el resto del mundo hace.

Otro punto teórico más, antes de pasar a lo práctico. Algo muy importante para tener en mente es el axio­ma clásico de la teología escolástica, "la gracia se construye sobre la naturaleza." Si nuestra natura­leza es formada por la cultura dominante que nos rodea, aun si tratamos de purgarla de sus elementos más ofensivos, seguiremos teniendo una naturaleza sobre la cual la gracia apenas pueda echar raíces. Si la Roma pagana que los Apóstoles se esforzaron en convertir tenía ideas perversas de las cosas, por lo menos tenía alguna noción de la virtud sobre la cual los Apóstoles podían construir. Nuestra actual cul­tura post-cristiana, sin embargo, es aquél "nuevo paganismo" del que Belloc dijo que sería peor que el an­ti­guo.

Referente a lo práctico, hay mucho qué decir sobre cómo retornar a la normalidad. Sobre la educación de los hijos, podemos decir esto de un arte casi perdido: la disciplina debe comenzar en la más tierna infancia. Cuando decimos que el procrear y educar a los hijos es el fin primario del matrimonio, esto es lo que queremos decir: el padre "educa" a su hijo para la vida, no simplemente le enseña a leer, escribir y hacer aritmética. Esto puede ser enseñado en las escuelas, pero los modales y otras cuestiones relacio­nadas con el buen comportamiento deben enseñarse en el hogar o de lo contrario la escuela tendrá poco con qué trabajar. Hay muy buenos libros sobre el tema. Especialmente recomendado es Cómo Educar a un Niño. No fue escrito por un católico, por lo que hay muy poca noción de gracia en el libro, pe­ro la sabiduría natural sí está presente.

Los niños deben aprender modales. El Dr. Senior enfatiza que los modales son los custodios de la vida moral como la vida moral es el custodio de la vida espiritual. Aquéllos que pecan habitualmente no desa­rro­llarán una intimidad cercana con Nuestro Señor y aquéllos que no tienen la protección que dan los bue­nos modales caerán presa de la mala moral. Es una ley fija de la naturaleza humana. Aun cuando suene casi fanático enfatizar el punto, necesita hacerse: aquéllos que no se preocupan de controlar sus movimientos corporales, su lenguaje, su apariencia, y todo lo demás que constituye los buenos modales básicos, tendrán mucho trabajo para mantener una buena moral. Permita a un niño pequeño que interrumpa cuando quiere, que mantenga su cuarto desordenado, que se pare, se sienta y ande corriendo por donde quiera, y que coma lo que quiera, cuando quiera, con o sin utensilios, y ese pequeño niño ̶ ga­rantizado ̶ será un monstruo de impureza cuando llegue a la adolescencia. El punto verdaderamen­te no puede sobre-enfatizarse. Será un bárbaro. Póngale un rosario en su mano y será un bárbaro con rosario. Reglas semejantes aplican a las niñas pequeñas. Si su vanidad se elogia en su niñez, que Dios le ayude cuando llegue a los doce o trece años. Si de niña no se le enseña a callar cuando debe, su bo­ca podrá hacer caer naciones en su edad adulta, o por lo menos exasperar a su pobre marido.

Las Escrituras nos dicen que "aquél que rompa una protección será mordido por la serpiente" (Ecclesias­tes 10:8.) La sociedad ha roto las protecciones y tenemos serpientes por todos lados. Necesitamos cons­truir nuevamente las viejas protecciones, y los simples modales son las protecciones naturales más básicas que construimos en los niños. No me refiero aquí a Emily Post; en lo que insisto es en lo básico que casi todo mundo parece descuidar en estos días: mantenerse quietos en la mesa, no replicar, tratar con respeto y cortesía a todos los adultos, pedir por favor, dar las gracias, sí señor, no señor, mantenerse callados cuando los adultos están hablando, decir con permiso, recoger sus cosas, no vaciar todos los juguetes de la caja al suelo para luego irse después de cinco minutos porque les aburre lo que tienen, no correr en frente de los adultos, especialmente de los viejos. Aquéllos que creen que estoy enfatizando lo obvio, por favor vean a su alrededor. Estamos convirtiéndonos en una sociedad de bárbaros. Los ado­les­centes que llevan cada apertura y extremidad de su cuerpo perforada, remachada, o encadenada no fueron educados en sus modales. Ahora son unos bárbaros.

Más sugerencias prácticas para la vida del hogar fuera del tema de los modales involucraría cómo se en­tretiene la familia, cómo gasta su muy importante ̶ aun sagrado ̶ tiempo libre. Primero, por el amor de Dios ̶ y lo digo literalmente ̶ por el amor de Dios, cenen juntos! El Padre Payton se hizo famoso por su expresión de que "la familia que ora unida se mantiene unida." ¿Debemos recordarle a la gente que co­ma en familia? Aparentemente sí. La madres quedándose en casa y preparando la merienda a la misma hora todas las noches, mientras todos se sientan a la mesa, rezan juntos y tienen una conversación de fa­milia durante la cena ̶ ésta es la forma en que la gente debe comer.

Fuera de eso, los padres deben quedarse en casa tanto como sea posible y recrearse junto con los hijos. No compren una televisión ni tengan video juegos en su casa: todo eso es basura. No hay nada bueno que ver en la televisión y los video juegos convertirán a sus hijos en afeminados vulgares, obesos y vio­len­tos, incapaces de poner atención. Aprendan a tocar su propia música, tengan juegos de familia, y lean juntos ̶ en voz alta para los pequeños y en silencio, en grupo, en los años posteriores. Aprendan el arte perdido de contar cuentos. Piense cuánto podrá ahorrarse si, en vez de gastar en video juegos y cosas idiotas operadas con baterías, que se romperán, le narra a su pequeño cuentos de su propia imaginación que le harán reír, a la vez que le hará quererlo, y no darle la cosita de plástico que se le romperá.

Padres, enséñenles a sus hijos cosas viriles. Madres, enséñenles a sus hijas cosas femeninas. Si los hombres mantienen sus manos ocupadas con proyectos sanos y constructivos, v.gr. armar cosas, les ayu­dará a mantenerse puros en los años por venir, evitando que se vuelvan "sacos de papas." También los hará útiles. Si las niñas aprenden a hacerse ropa modesta en su juventud, nunca serán esclavas de la más reciente prenda spandex de corte bajo "a la moda" cuando lleguen a la adolescencia. Y sí, deben aprender a cocinar comida verdadera. Serán entonces más casaderas y podrán pasar esta sabiduría a la siguiente generación.

Con respecto a la vida de hogar y el entretenimiento, el Dr. Senior tiene algunas percepciones notables:

"Nuestro Señor explica en la Parábola del Sembrador que las semillas de su amor sólo crecerán en cierto tipo de tierra ̶ y esa es la tierra de la cultura cristiana ... que incluye la música, el arte, la literatura, los jue­gos, la arquitectura ... Es un hecho obvio que aquí en los Estados Unidos, el Diablo se ha apoderado de estos instrumentos para tocar una danse macabre, una danza de muerte, especialmente a través de lo que llamamos los "medios," las industrias de televisión, radio, grabaciones, libros, revistas y periódicos. La restauración moral, espiritual y física de la cultura, exige el cultivo de la tierra en la cual el amor de Cristo pueda crecer, y eso significa, como dicen, que debemos re-pensar nuestras prioridades.

"Lo que yo sugiero, no como respuesta de todos nuestros problemas, sino como una condición para obte­ner una respuesta, es algo al mismo tiempo muy simple y muy difícil: poner nuevamente 'los toques de la dulce armonía' [unas páginas antes había citado un pasaje del Mercader de Venecia que contiene esta expresión] en el hogar, para que los niños y las niñas crezcan mejor que como crecimos nosotros, con canto en sus corazones..." [Da recomendaciones prácticas sobre cómo podemos hacerlo] "Primero, ne­gativamente, destruya el televisor. Y positivamente, ponga el tiempo y el dinero que ahora gasta en en­tre­tenimiento, en un piano, de manera que la música regrese a su hogar; música cristiana común y ordi­naria, mucha de la cual es fácil de tocar. Todo mundo puede aprender las canciones de Stephen Foster, Robert Burns, las canciones irlandesas e italianas, después de pocas horas de instrucción y práctica. Y entonces las familias estarán juntas en casa al anochecer y el amor crecerá nuevamente sin pensar en ello, pues estarán moviéndose juntos en armonía. No hay nada que desintegre más al amor que los es­fuerzos artificiales para propiciarlo en grupos de encuentro o cosas de ese tipo. El amor sólo crece; no puede manufacturarse o forzarse, y sólo crece con los dulces sonidos de la música."

Aquí el Dr. Senior lanza invectivas contra uno de los flagelos de la vida en familia: la madre que trabaja. "Si las mujeres se quedaran en casa, donde les corresponde, alguien sabría dónde están los niños y dón­de están los abuelos; la comida nuevamente sabría a carne y verduras porque estaría cocinada, no sólo descongelada; la vida sería sana, buena y nuevamente llena de amor porque ella estaría en casa; los pia­nos extraerían la vieja música de las partituras; los niños, los padres y los abuelos cantarían juntos y se contarían cuentos junto a la chimenea. Alguien estaría en casa para cuidar de los inválidos, de los enfer­mos y de los moribundos. Las mujeres deberían ser liberadas de su moderna "emancipación," que no es más que la obsecuente sumisión al ideal calvinista masculino ̶ para que puedan regresar a sus propias labores ̶ superiores a la medicina, la ingeniería, los negocios y la política ̶ que consisten en participar con Dios en la creación y crianza de la vida humana, lo cual ni el hombre ni los ángeles pueden hacer." (pág. 78)

Y aquí hace énfasis en un punto acerca de los modales. Tenga en cuenta al leer esto que percibía los efectos de estas cosas en los muchachos universitarios que él enseñaba. No estaba especulando en el vacío: "Es ridículo, pero no obstante cierto, que esa generación que ha olvidado la diferencia entre los dedos y los tenedores encontrará difícil mantener la distinción entre afecto y sexo o entre el derecho so­bre su cuerpo y el asesinato de su propio hijo. Si todos los días come usted con los dedos sus papas fri­tas a la francesa mojadas en salsa catsup, va usted por el camino de los Cíclopes [había antes explicado que los Cíclopes mitológicos eran incivilizados porque vivían sin paredes, lo que era una expresión poéti­ca para decir que no tenían restricciones. Las acciones ordinarias semi-conscientes que caen en la cate­go­ría de modales son la cama de cultivo de la moral, como a su vez la moral lo es de la vida espiritual. Somos criaturas de hábitos, como nos decían las monjas. En el orden moral y espiritual, nos volvemos como nos vestimos, tanto como lo que nos ponemos se "convierte" en nosotros ̶ y pasa lo mismo con la forma como comemos y con lo que hacemos.

Noveno principio: "Estas "pequeñas cosas" exigirán grandes sacrificios de nuestra parte. Con la ayuda de la gracia y de los dones del Espíritu Santo, llevándolas a cabo en éstas tan difíciles circunstancias nos hará santos ̶ siempre que estemos en estado de gracia y mantengamos pureza de intención. Más aún, nos trae­rá las mayores bendiciones de Dios en forma tal que nuestras oraciones y nuestras obras por la res­tau­ración de la enseñanza de la Iglesia, la restauración de la Misa y la restauración de la Cristian­dad, serán atendidas."


Muchos sacrificios tendrán que hacerse simplemente para volver a ser personas normales, comunes, en casa, en nuestro trabajo, en la escuela y en el vecindario. Es una batalla que requerirá de mucha energí­a. Me recuerda la profecía de San Luis de Montfort de que los verdaderos devotos de Nuestra Señora en los últimos días tendrán que construir con una mano y luchar con la otra. Aun cuando no me considero ser uno aquéllos a quien él se refería, ciertamente parece que eso es lo que estamos siendo llamados a ha­cer. Debido a lo que las fuerzas del naturalismo organizado han hecho en su guerra contra el orden Cris­tiano, vivimos en un ambiente que no solamente es estéril, sino francamente nocivo. Además, el apo­yo que deberíamos estar obteniendo del clero es insuficiente debido al liberalismo rampante que hay en el clero. Dios ciertamente entiende este estado de cosas y nos ha dado el ejemplo notable de santidad en la forma del "pequeño camino" de Santa Teresita del Niño Jesús.

viernes, 10 de enero de 2014

El Papa Francisco y la Antigua Alianza

El Papa Francisco y la Antigua Alianza
La Exhortación Apostolica Evangelii Gaudium

por John Vennari
Publicado en Catholic Family News http://www.cfnews.org
Traducido por Roberto Hope

El jueves 26 de noviembre, el Papa Francisco emitió su Exhortación Apostólica Evangelii Gau­dium, “Sobre la Proclamación del Evangelio en el Mundo Actual”.  Es un texto abrumador de más de 51,000 palabras.

El documento está regido por la nueva orientación proveniente del Vaticano II, aun cuando lleva la impronta personal de Francisco.  Por ahora, vamos a enfocarnos en una sección de la Exhortación, que trata de la religión judaica actual.

En el contexto de exhortar a los católicos aún más profundamente al programa ecuménico, el Papa Francisco dice:  “Una mirada muy especial se dirige al pueblo judío, cuya Alianza con Dios jamás ha sido revocada, porque «los dones y el llamado de Dios son irrevocables» (Rm 11:29). La Iglesia, que comparte con el Judaísmo una parte importante de las Sagradas Escri­turas, considera al pueblo de la Alianza y su fe como una raíz sagrada de la propia identidad cristiana (cf. Rm 11,16-18). Como cristianos, no podemos considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluimos a los judíos entre aquéllos llamados a dejar los ídolos para con­vertirse al verdadero Dios[1] (cf. 1 Ts 1,9). Creemos, igual que ellos, en el único Dios que actú­a en la historia, y con ellos aceptamos su Palabra revelada.” [2] No hay mención de necesidad alguna de su conversión a Cristo y a Su Iglesia.

El papa Francisco en efecto continúa la iniciativa del programa del Concilio, y concretado por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, de que la Antigua Alianza no ha sido superada por la Nueva.  Éste es un concepto novedoso que va en contra de la Sagrada Escritura y del magis­terio perenne de la Iglesia.

Nuestro Señor Jesucristo les dijo a los judíos de su época:  “Si ustedes no creen que yo soy Él (el Mesías) morirán en sus pecados” (Juan 8:24).  En otra parte dijo a los judíos, “Buscan en las Escrituras porque en ellas creen que tienen vida pedurable.  Pero son aquéllos que dan testimonio de Mí; sin embargo no quieren ustedes venir a Mí para tener vida” (Juan 5:39 - 40)

San Juan, fiel a la enseñanza de Nuestro Señor, dice asimismo, “¿Quién es el mentiroso si no aquél que niega a Jesucristo?  Aquél que niega al Padre y al Hijo es el Anticristo” (1 Juan 2:22).  Los judíos de los tiempos modernos niegan que Jesús sea el Cristo y viven su vida como si Jesús no existiera.

San Pedro, en su primer sermón en la mañana de Pentecostés dijo a los judíos que se habí­an reunido para oírle hablar, que deben ser bautizados y hacerse miembros de la verdadera ecclesia de Cristo para su salvación (Hechos 2).  Aun cuando estos hombres eran judíos reli­giosos, judíos piadosos que habían viajado gran distancia para ir a celebrar la Fiesta Judía, San Pedro no les dijo que tenían su propia alianza viable, independiente de Cristo.  Para su salvación tenían que abandonar su lugar en el judaísmo y pasarse a la única Iglesia verdade­ra, establecida por Cristo.

La Sagrada Escritura, asímismo, nos enseña que la Antigua Alianza fue sobreseída por la Nue­va. Nuestro Señor advirtió a los judíos que lo rechazaban:  “por lo tanto les digo que el Reino de Dios les será despojado y será entregado a gente que rinda sus frutos.” (Mat. 21:43)

San Pablo declara explícitamente que la Nueva Alianza de Nuestro Señor “ha hecho obsole­ta la anterior,” o sea que hizo obsoleta la Antigua Alianza judía (Heb. 8:13).  La Iglesia Católi­ca a través de los siglos ha sido fiel a esta verdad.

La doctrina de la suplantación del Viejo Testamento por el Nuevo es una doctrina universal y perpetua de la Iglesia Católica.  Es un artículo definido de la Fe Católica.  La solemne Profe­sión de Fe del Concilio Ecuménico de Florencia, bajo el Papa Eugenio IV, dice lo siguiente:

“La sacrosanta Iglesia Romana.... firmemente cree, profesa y enseña que las legalidades del Antiguo Testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos, como quiera que fueron instituídas en gracia de signifi­car algo por venir, aunque en aquella edad eran convenientes para el culto divino, cesaron una vez venido nuestro Señor Jesucristo, Quien por ellas fue significado, y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento.... Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, después de aquél tiempo, observan la circuncisión y el sábado y guar­dan las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser partícipes de la sal­vación eterna, a no ser que un día se arrepientan de esos errores.”[3]

Francisco y el judaísmo
No debería sorprendernos, sin embargo, que el Papa Francisco diga de los judíos actuales que “su alianza con Dios jamás ha sido revocada.”  Él siempre ha sido un prelado ecuméni­co.  En diciembre de 2012, celebró al Hanukka con judíos argentinos en Buenos Aires.[4]

Además, como Cardenal Bergoglio, fue co-autor del libro Sobre el Cielo y la Tierra, con su amigo el Rabino Abraham Skorka. Aquí va lo que el entonces Cardenal Bergoglio dijo sobre el tratamiento de este tema por el Concilio Vaticano II:

“Hay una frase del Segundo Concilio Vaticano que es clave, dice que Dios se manifiesta a todos los hombres y en primer lugar rescata al pueblo depositario de las promesas. Y como Dios es fiel a sus promesas, no fue rechazado. La iglesia oficialmente reconoce que el pue­blo de Israel sigue siendo depositario de las promesas.  En ningún momento dice 'perdieron el partido, ahora nos toca a nosotros.'  Es un reconocimiento al pueblo de Israel. Eso, pienso, es lo más valiente del Concilio Vaticano II sobre el tema.”[5]

Donde el Cardenal Bergoglio observa que en ningún momento dice el Vaticano II “perdieron el partido, ahora nos toca a nosotros,” se está refiriendo a la doctrina de que la Antigua Alian­za ha sido superada por la Nueva, pero que el Vaticano II parece haber alterado esta enseñan­za.  Regocijándose de este nuevo enfoque, Bergoglio en efecto rechaza las palabras dichas a los judíos por Nuestro Señor, señaladas arriba: “por lo tanto les digo que el Reino de Dios les será despojado y será entregado a gente que rinda sus frutos.” (Mat. 21:43)

Es la verdadera doctrina de la supercesión sobre la cual la Iglesia Católica basaba su doctri­na tradicional de que los Judíos fueron el “pueblo anteriormente elegido” pero que ya dejaron de ser el Pueblo Elegido.  Vemos un ejemplo de esto en la consagración que el Papa Pío XI hizo de la Raza Humana al Sagrado Corazón de Jesús, una oración litúrgica emitida junto con su Encíclica Quas Primas.  La oración dice en parte: “Vuelve tus ojos de misericordia hacia los hijos de esta raza, que fueron tu pueblo elegido. De antaño ellos derramaron sobre sí la sangre del Salvador. Descienda sobre ellos el fruto de redención y de vida”.

Una Continuidad del Modernismo
Nostra Aetate, del Vaticano II, fue el documento que provocó el cambio fundamental en la actitud de los modernos hombres de iglesia hacia los judíos.
El Cardenal Kurt Koch, actual cabeza del Concilio Pontificio para la Promoción de la Unidad Cristiana, celebra Nostra Aetate como la “brújula crucial” de todos los esfuerzos para el diálo­go Católico-Judío.  En su discurso del 16 de mayo de 2012 en el Angelicum de Roma, Koch se refiere a Nostra Aetate como el “documento fundacional”, la “Carta Magna” del diálogo entre la Iglesia Católica Romana y el judaísmo.  Llama a Nostra Aetate un texto que llevó a efecto “una re-orientación fundamental de la Iglesia Católica” que siguó al Concilio.[6]

Nostra Aetate fue diseñada para ser sólo el principio de algo mucho mayor.  Es la culmina­ción de más de dos décadas de trabajo por teólogos de inclinación modernista que estaban determinados a evadir la teología tradicional y establecer una nueva base para las relaciones entre los católicos y los judíos.[7]  Un texto clave de Nostra Aetate sobre este punto se encuentra en el capítulo cuarto del docu­mento:

“Como es, por consiguiente, tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Sagrado Concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos...no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras.... La Iglesia.... deplora los odios, persecuciones y mani­festaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.”

Por supuesto, ningún católico debe estar a favor del maltrato de judíos ni de nadie más.  Lo que inquieta, sin embargo, es la ambigüedad que contiene la frase, “no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escri­turas.”

Esta frase carece de algunas distinciones necesarias:
En primer lugar, todos somos miembros de una “raza maldita” ‒ la raza humana.  Ninguno de nosotros nace católico, sino que entramos a este mundo manchados con el pecado original como hijos de Adán y Eva.  Nacimos, pues,  “enemigos de Dios”, como lo explica el beato Abad Marmion [8]. Los Salmos nos enseñan, “en verdad fui nacido en culpa y mi madre me concibió en pecado” (Salmo 5:7)  San Pablo afirma “Pues todos por naturaleza somos hijos del mal.” (Eph. 2:3). Todos nacemos como parte del Reino de Satanás.

Para ser librados de este este reino, debemos ser salvados.  Como lo explica el eminente Monseñor Joseph Clifford Fenton, el  proceso de salvación requiere de un pasar del reino de satanás al Reino de Dios.  Este Reino de Dios, conforme a la milenaria doctrina de los Dos Reinos, es la Iglesia Católica, la sola y única sociedad sobrenatural establecida por Cristo, donde puede encontrarse la salvación

El proceso de salvación, como lo observa Fenton, es semejante a ser rescatado de un bote de remo que zozobra, en el cual el individuo seguramente habrá de perecer, y pasar de ahí a un buque marinero.  Este traspaso necesario del reino de satanás al Reino de Dios requiere del bautismo y de la aceptación de Jesucristo y de su Revelación Divina.  “Aquél que crea y sea bautzado será salvado. Aquél que no crea será condenado.” (Marco 16:6)  Esta ense­ñanza es aplicable a todos los pueblos de la tierra, sean judíos, musulmanes, hinduistas o humanis­tas seculares.

Todos nacemos, pues, siendo parte de una “raza maldita.”  La única forma de librarnos del reino de satanás es dejar el imperio del diablo y pasar a la única y verdadera Iglesia de Cristo y mantenernos en estado de gracia por medio de la oración y de los sacramentos.

En segundo lugar, Nostra Aetate omite hacer una distinción crucial entre los judíos como indi­viduos y la religión judía. Es cierto que los judíos no sufren una maldición que imposibilite su salvación, ya que nuestra historia sagrada abunda en judíos conversos que abandonaron la religión de la sinagoga adhiriéndose a la Iglesia Católica. Sin embargo, lo que ahora se llama la religión judía no es de Dios, ya que se basa en el rechazo del Mesías.
El Papa Juan Pablo II

Una nueva evolución de Nostra Aetate fue consumada por el Papa Juan Pablo II.  El texto prin­cipal en esta etapa fue el discurso que dió Juan Pablo II a la comunidad judía de Magun­cia, Alemania, el 17 de noviembre de 1980. Es un discurso que posteriormente fue citado en documentos del Vaticano:

“La primera dimensión de este diálogo, o sea, el encuentro entre el pueblo de la Antigua Alian­za, nunca revocada por Dios, y el de la Nueva Alianza, es al mismo tiempo un diálogo dentro de nuestra Iglesia, es decir, entre la primera y la segunda parte de su Biblia.  Judíos y cristia­nos, como hijos de Abraham, están llamados a ser una bendición para el mundo. Mediante  su entrega conjunta a la paz y la justicia entre todos los hombres y todos los pue­blos,”[9]

Darcy O’Brien, autor de The Hidden Pope (el Papa Oculto), que detalla la amistad de toda la vida entre Karol Wojtyla (Juan Pablo) y su amigo judío Jerzy Kluger, correctamente explica el alcance cabal del enunciado revolucionario de Juan Pablo.  El discurso, dice O´Brien, contie­ne una “aseveración dramática” de que “La antigua Alianza... nunca ha sido revocada.  Esto significa que se abandona el objetivo de convertir a los judíos, y que se acoge su salvación como un pueblo, echando a un lado, para siempre, la noción de que su bautismo sea nece­sario.”[10]

Esta nueva dirección del Papa Juan Pablo II fue impulsada aún más por las Notas para una Correcta Presentación de los Judíos y el Judaísmo en la Predicación y la Catéquesis de la Iglesia Católica Romana.  La introducción del documento pide al lector que tome especial nota del párrafo 3 “que habla del judaísmo como una realidad presente y no sólo como una realidad histórica (y consecuentemente superada)” Cuando pasamos al párrafo 3, leemos que las Notas citan el discurso mencionado arriba, en el que Juan Pablo habla de “..el pueblo de Dios de la Antigua Alianza, nunca revocada...”

Lejos de manifestar que las Notas malintepretaron sus palabras, Juan Pablo habló de su apoyo ilimitado del documento.  El 28 de octubre de 1985, Juan Pablo II dijo (Las) Notas para una Correcta Presentación de judíos y judaísmo en la Predicación y la Catéquesis de la Iglesia Católica Romana” es “prueba del interés continuo y del compromiso de la Santa Sede en esta renovada relación entre la Iglesia Católica y el pueblo Judío.” [11]

Además, el Papa Juan Pablo II, en todos sus tratos con los judíos de ahora, jamás aludió a la necesidad de su conversión a Cristo y a Su Iglesia.  Los trató como un cuerpo religioso cuyos miembros tienen su propio camino legítimo para llegar a Dios.  Ésta es una manifestación del indiferentísmo religioso que había sido condenado por los Papas León XII, Gregorio XVI, Pío IX y todos los demás papas hasta que llegó el Concilio.

Benedicto y Francisco Siguen el Programa
El sentido general de los escritos del Cardenal Ratzinger/Papa Benedicto XVI a través de los años es que los católicos no necesariamente deben tratar de convertir a los judíos, sino más bien, los judíos y los cristianos deben ser testigos comunes “del único Dios, que no puede ser adorado separadamante de la unidad de amor de Dios y prójimo, deben abrir las puertas al mundo por este Dios...”

Estos temas se encuentran en sus libros: Muchas Religiones, una Alianza; Dios y el Mundo; Jesús de Nazareth Parte II, y Luz del Mundo. Con anterioridad he documentado esto en núme­ros anteriores del Catholic Family News y no voy a repetirlo todo aquí.[12]

Baste decir que el Cardenal Kurt Koch, en su discurso del 16 de mayo en el Angelicum, enco­mió la dedicación del Papa Benedicto a Nostra Aetate.  Koch celebra al Papa Benedicto como un hombre entregado a la nueva orientación del Con­cilio, y elogió a Benedicto por seguir los exactos mismos pasos del Papa Juan Pablo II en este asunto.  De hecho, durante un período de 26 años, el Papa Juan Pablo II visitó una sina­goga, mientras que en un lapso de 7 años, el Papa Benedicto XVI visitó tres.  Así, se regocijó el Cardenal Koch, “Podemos decir con gratitud que ningún otro papa en la Historia ha visita­do tantas sinagogas como Benedicto XVI.”[13]

De manera semejante, cuando el Papa Benedicto visitó la sinagoga en Roma, el Rabino David Rosen, director de Asuntos Interreligiosos del Comité Judaico Americano estaba exta­siado y comprendió mejor que muchos católicos la verdadera naturaleza revolucionaria de tales actos:

“Con su visita a la sinagoga el Papa Benedicto está institucionalizando revoluciones,” dijo el Rabino Rosen.  “Al visitar una sinagoga romana, el Papa Benedicto está haciendo difícil para un futuro papa dejar de hacer una visita así.  La visita de Juan Pablo [1986] pudo haber sido una excepción, pero ahora con la visita de Benedicto XVI, hay una sensación de continuidad.

El Papa Francisco es también un hombre de Nostra Aetate.  Él ha abolido, en efecto, la ver­dad infalible de que la Antigua Alianza fue superada y hecha obsoleta por la Nueva.  En esta y en otras áreas, él acepta que puede haber “alguna transformación del mensaje dogmático de la Iglesia” en el tiempo, lo cual constituye la sucinta definición de Modernismo del Mose­ñor Joseph Clifford Fenton.[14]  La orientación Modernista continúa bajo el Papado de Francisco.

Cuatro Puntos para Mantener el Equilibrio
A fin de ayudarle a usted a mantener el equilibrio ante la desorientación en curso de la máxi­ma jerar­quía de la Iglesia, cerraremos con cuatro puntos clave de la infalible Verdad Católica.  Éstas son enseñan­zas centrales de la Fe Católica, ya sea negadas o desdeñadas por nues­tros diri­gentes post-conciliares.   Estos cuatro puntos clave le ayudarán a usted a estabilizar su fe, y demues­tran la falacia de la nueva orientación del Vaticano II:

1)   Fuera de la Iglesia no hay salvación.  El concilio de Florencia enseña infaliblemente que “La sacrosanta Iglesia Romana.... Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáti­cos, puede hacerse participe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está apareja­do para el diablo y sus ángeles [Mt. 25, 41], a no ser que antes de su muerte se uniere con ella ...”

Esta doctrina ha sido definida infaliblemente en tres ocasiones y enseñada continuamente a través de los siglos por el magisterio ordinario, tal como en las repetidas condenaciones al indiferentismo religioso en el Siglo 19 y por Pío XII en Humani Generis.  Nada hay cruel ni “anti-semita” acerca de este dogma, como ha sido enseñado por la Iglesia desde tiem­pos de Cristo y viene de las palabras de nuestro Señor mismo:  “Aquél que crea y sea bau­tizado será salvado. Aquél que no crea será condenado.” (Marco 16:6)

2)  La Doctrina Católica no puede cambiar: Es de la naturaleza propia de la realidad mis­ma el que la verdad objetiva no pueda cambiar.  Así pues, lo que el Concilio de Florencia definió infaliblemente es verdadero para toda época.  Ni siquiera el Papa puede alterarlo.[15]  El Con­cilio Vaticano II fue tan solo un concilio pastoral que nada definió formalmente, ni pue­de modifi­car la doctrina para nada.  El Concilio Vaticano I anteriormente había demolido toda idea de “una evolución en la doctrina” cuando enseñó que estamos obligados a creer la doc­trina cató­lica “en el mismo sentido y con la misma interpretación” como la Igle­sia lo ha ense­ñado siem­pre y sin cambio.  Esta fórmula viene de San Vicente de Lerins, del Siglo IV, y esta­ba también contenida en el Juramento Anti-Modernista – de mantener la fe cató­lica “siempre en el mismo sentido y con la misma interpretación” sin cambio ni altera­ción.
Vaticano I enseñó, además, infaliblemente “El significado de los Dogmas Sagrados, que debe preservarse siempre es aquél que nuestra Santa Madre Iglesia ha determinado.  Nunca es permisible apartarse de esto en interés de un entendimiento más profundo.” [16]
La llamada “hermenéutica de la continuidad y reforma” popularizada por el Papa Bendicto es esencialmente Modernista.  Nunca repite el deber católico de mantener la Fe Católica siem­pre “en el mismo sentido y con la misma interpretación”, ya que la fidelidad a la inmu­table doc­trina Católica prohibiría la nueva orientación del Concilio hacia la libertad religio­sa, el ecume­nismo, y el “diálogo judeo-católico” contemporáneo.

El método de la “hermenéutica de continuidad y reforma” es simplemente una nueva sín­tesis entre Tradición y Vaticano II – una síntesis entre la Tradición y el Modernismo – que no es una síntesis legítima.  Es un enfoque fraudulento de la Tradición, no obstante la buena inten­ción que pudieran tener sus promotores.  Es este principio modernista el que permite al Car­denal Koch celebrar Nostra Aetate como “una re-orientación fundamental de la Iglesia Católi­ca.”

3)  La Antigua Alianza fue superada por la Nueva:  Por lo tanto no puede uno afirmar que los judíos tengan su propia alianza con Dios, o que ejerzan alguna clase de fidelidad a con­secuencia de su anteriormente gozada condición de Pueblo Elegido.

El eminente teólogo Moseñor Joseph Clifford Fenton explica la enseñanza perenne de la igle­sia sobre esta materia, de que la palabra 'Iglesia' tiene un significado:  Es el Reino de Dios en la tierra, el pueblo de la Alianza Divina, el verdadero Israel de Dios, la única uni­dad social fuera de la cual no puede hallarse la salvación.  Antes de que Cristo viniera, esta ecclesia, este pueblo de la Alianza Divina, había sido el pueblo de Israel.  Pero cuan­do rechazaron a Nuestro Señor Jesucristo, perdieron esa condición como el verdadero Israel de Dios.  Los judíos de los tiempos modernos no pueden verdaderamente ser con­siderados hijos de Abra­ham, ya que han abandonado la Fe de Abraham en relación con Jesucristo nuestro Redentor[17]

Así pues, hablar como si los judíos de ahora no tuvieran necesidad de convertirse se opo­ne a las Escrituras, se opone a la doctrina infalible de la Iglesia enseñada a través de los siglos, y demuestra una falta suprema de caridad.  Los judíos, al igual que los no católicos, necesitan, en caridad cristiana, que se les recuerde que para ellos es crucial aceptar a Cristo y a Su Iglesia Católica como el solo y único medio establecido por Dios para su salvación.

Haciendo esto, podemos fácilmente adoptar el gentil fraseo del teólogo moral, Padre Fran­cis Connel, quien en 1944 dijo que los católicos tienen que ser instruidos para que, cuan­do se les pregunte, puedan contestar a los no católicos que “los consideramos privados de los medios ordinarios de salvación, no importando cuán excelentes sean sus intencio­nes.” [18]

4)  La Doctrina de los Dos Reinos:  Nuestra Fe Católica siempre ha enseñado que la huma­nidad entera está dividida en dos reinos.  Como lo enseña en Humanum Generis el Papa León XIII, la raza humana desde el tiempos de Adán “se separó en dos partes distintas y opues­tas”, una que se aferra firmememente a la verdad y la otra de aquéllos que se opo­nen a la virtud y a la verdad.  “La una es el Reino de Dios en la tierra, específicamente la verda­dera Iglesia de Jesucristo,  aquéllos que de su corazón deseen estar unidos a ella a fin de ganar su salvación... La otra es el Reino de Satanás, en cuya posesión y control están todos los que siguen el ejemplo fatal de su caudillo y de nuestros primeros padres, todos los que se rehusan a obedecer la ley divina y eterna...”[19] Cada hombre en la tierra es parte de uno de estos dos reinos. No hay una tercera alternativa.

Desafortunadamente – hablando del orden objetivo – todos los que están separados de la Iglesia son parte del Reino de Satanás, sea que lo reconozcan o no.  Están fuera de la reali­dad de la gracia santificante y de la pertenencia a la ecclesia de nuestro Señor.

Aplicando esta verdad al tema que nos ocupa, el Monseñor Fenton explica, “Al rechazar al Redentor Mismo, la unidad social (la antigua comunidad religiosa judía) automática­men­te rechazó la enseñanza que Dios había dado de Él...  El rechazo de este mensaje consti­tuyó un abandono de la misma fe divina. Al manifestar este rechazo de la fe, la uni­dad reli­giosa judía cayó de su posición como la compañía de gente elegida. No fue ya más la ecclesia de Dios, Su reino sobrenatural en esta tierra.  Se volvió parte del Reino de Sata­nás.”[ 20]
Fenton continúa: “Al momento de la muerte del Señor en el Calvario, momento en que el antiguo designio terminó y la asociación religiosa judía cesó de ser el reino sobrenatural de Dios en la tierra, esta sociedad recientemente organizada de los discípulos de Nuestro Señor comenzaron a ser el Reino Sobrenatural de Dios en la tierra; esta sociedad organi­zada de los discípulos de Nuestro Señor comenzaron a existir como ecclesia o el Reino.” [21]

El pretender que los judíos de la era moderna gocen de alguna tercera alternativa de fideli­dad a Dios es una ruptura con la enseñanza de la Sagrada Escritura y con la Doctrina Cató­lica de todos los tiempos.  La verdadera doctrina de la Iglesia Católica a través de los siglos no puede menospreciarse como algo que, de alguna manera, sea cruel o “anti-semi­ta”, pues acusar a Dios y a su Divina Revelación como cruel es una manifestación de blas­femia.

Mantener la Fe Verdadera
Finalmente, ante la confusión que proviene del Vaticano de hoy, recordemos las palabras del Cardenal Juan de Torquemada (1388-1468), el reverenciado teólogo medioeval que fue el res­ponsable de exponer las doctrinas formuladas por el Concilio de Florencia.

El Cardenal Torquemada, explicando que es posible, aun para un Papa, errar, enseña:  “Si los Papas mandaran cualquier cosa contra la Sagrada Escritura, o los artículos de fe, o la verdad de los sacramentos, o los mandamientos de la ley natural o divina, no debe ser obe­decido, sino que en esas órdenes debe ser ignorado.”  Citando la doctrina del Papa Inocente III el Cardenal Torquemada enseña además: “Así es como el Papa Inocente III (De Consuetu­dine) afirma que es necesario obedecer al papa en todo mientras él mismo no vaya contra las costumbres universales de la Iglesia, pero si llegara a ir contra las costumbres universa­les de la Iglesia no debe ser seguido en esos puntos.”
Nuestro primer deber, como lo enseña el Vaticano I, es mantener la Fe Católica “siempre en el mismo sentido y con la misma interpretación” como la Iglesia lo ha enseñado a través de los siglos.

Así pues nos adherimos a la Fe Católica de todos los tiempos, rezamos por la conversión de quienes no son católicos a la una y sola ecclesia, resistimos las novedades modernistas que provienen de los más altos rangos de la Iglesia y seguimos el Mensaje de Fátima que nos dice que “recemos mucho por el Santo Padre”.


Notas:
  1.  Nota de CFN:  Hablando de la noción modernista de que varias religiones adoran al mismo Dios, el eminen­te teólogo, Padre Reginald Garrigou-Lagrange explicaba que tal opinión niega el principio de no contradic­ción, que es el principio más fundamental de la razón.  El Padre Garrigou-Lagrange explica: “Es injurioso decir que Dios consideraría con ecua­nimidad a todas las religiones cuando una enseña la verdad y la otra enseña el error, cuando una promete el bien y la otra promete el mal.  Decir esto equivaldría a afirmar que Dios sería indiferente al bien y al mal, a lo que es honesto y a lo que es vergonzoso.”  De Revelatione, Padre Garrigou-Lagrange, [París Galbalda, 1921], Tomo 2, p. 437. Citas toma­das de “Christians, Muslims and Jews: Do we have the same God?” por el Padre Francois Knittel, Christendom, Noviem­bre-Diciembre 2007.
  2.  Evangelii Gaudium, # 247. Énfasis añadido..
  3.  Denzinger, 1348.  Énfasis añadido.
  4.  El noticiero que muestra este evento de diciembre de 2012, puede verse en: http://www.youtube.com/watch?v=BkeaWNH2kCE
  5.  Sobre el Cielo y la Tierra, Jorge Mario Bergoglio y Abraham Skorka.  La edición original en español fue publicada  en 2010
  6. “Construyendo sobre Nostra Aetate   50 años de Diálogo Cristiano-Judío” conferencia del Cardenal Kurt Koch en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino (Angelicum). Centro Juan Pablo II, Roma, 16 de mayo de 2012.  Publicada por el Consejo de Centros de Relaciones Judeo-Católicas. Énfasis añadido
  7.   Ver From Enemy to Brother: The Revolution in Catholic Teaching on the Jews, 1933-1965 por el profesor John Connely (Harvard University Press, 2012).  El autor del libro simpatiza claramente con los progresis­tas, pero eso no va en detri­mento del valor de su documentación.  Este libro, publicado recientemente, documenta el esfuerzo de teólogos progre­sistas anteriores al Concilio Vaticano II por construir una nueva teología que reconciliase las modernas relaciones judeo-católicas.  Ha sido el trabajo de estos teólogos, principalmente el de Karl Theime, lo que tendió el basamiento para la nueva orientación expuesta en Nos­tra Aetate. Detallaremos más de este material en un número futuro de Catholic Fami­ly News.
  8.  Christ the Life of the Soul, Abbot Columba Marmion, [St. Louis: Herder, 1925], p. 33.
  9.  Cita tomada de The Hidden Pope, por Darcy O'Brien,  (Daybreak Books, New York, 1998), p. 316. Este mis­mo texto aparece en On Jews and Judaism, 1979-1986, publicado por the National Council of Catholic Bishops, Washington, D.C., 1987, p 35  (énfasis añadido)
10.  The Hidden Pope, pp. 316-317. (énfasis añadido)
11.   Papa Juan Pablo II, “Discurso ante el Comité de Enlace del Vigésimo Aniversario de Nostra Aetate.” Toma­do de Juan Pablo II On Jews and Judaism, 1979-1986, publicado por la Conferencia Católica de los Esta­dos Unidos, (Washington, 1987), p 75.
12.  El resumen más completo se puede encontrar en “Common Mission and Significant Silence” por John Ven­nari, Catholic Family News, Abril, 2011. 
13.  Koch, “Building on Nostra Aetate - 50 Years of Christian-Jewish Dialogue”.
14. “The Components of Liberal Catholicism” Msgr. Joseph Clifford Fenton, American Ecclesiastical Review, July 1958, p. 50.
15.  El Concilio Dogmático Vaticano I proclamó de fide que ni siquiera un Papa puede predicar una doctrina nue­va.  Al definir la Infalibilidad Papal, el Concilio Vaticano I enseña que “El Espíritu Santo no fue prometido al sucesor de Pedro para que por revelación del Espíritu Santo pueda dar a conocer una nueva doctrina, sino para que con Su ayuda pueda guar­dar sagradamente la revelación que fue transmitida por los Apóstoles y el depósito de la Fe, y pueda presentarla fielmen­te” Vaticano I, Sesión IV, Capítulo IV, Pastor Aeternus
16.  Vaticano I, Sesión III, Cap. IV, Dei Filius.
17.  El teólogo americano Mons. Joseph Clifford Fenton explica, “La nueva sociedad visible de Cristo continuó su profesión de la fe divina cuando la otra unidad social, la antigua comunidad religiosa judía, abandonó la fe al repudiar al Divino Redentor.  Así, la antigua unidad social perdió su status de ecclesia o reino de Dios en la tierra, en tanto que la nueva organización, el remanente de Israel que le fue fiel, pasó a ser ecclesia en un sentido mucho más completo y perfecto como jamás lo había sido la antigua.” Cita tomada de “The Meaning of the Word Church”, por Msgr. Joseph Clifford Fenton, American Ecclesiastical Review, Octubre de 1954.
18. “Communication with Non-Catholics in Sacred Rites,” Padre Francis Connell, C.Ss.R., American Ecclesiasti­cal Review, Septiembre, 1944.
19.  Humanum Genus, Sobre la Masonería y Otras Sectas, Papa León XIII,  20 de Abril de 1884.
20.  The Catholic Church and Salvation, Msgr. Joseph Clifford Fenton [Newman Press, 1958] pp. 138-139.
21.  Ibid. p. 139.
22.  Summa de ecclesia (Venecia: M. Tranmezium, 1561). Lib. II, c. 49, p. 163B. La traducción inglesa de este enunciado de Juan de Torquemada se encuentra en Patrick Granfield, The Papacy in Transition (New York: Doubleday, 1980), p. 171. y en Padre Paul Kramer, A Theological Vindication of Roman Catholic Traditional­ism, 2nd ed. (Kerala, India), p. 29. Enfasis añadido.