lunes, 23 de abril de 2018

El Americanismo y el Colapso de la Iglesia en los Estados Unidos. V

El Americanismo y el Colapso de la Iglesia en los Estados Unidos 

 Americanismo = Herejía 
Por el Dr. John Rao

Tomado de: http://www.traditionalcatholicpriest.com/
Traducido del inglés por Roberto Hope

 Parte V 

La Ceguera de un Pueblo Conquistado

Del Americanismo, en su forma católica, se había dicho por mucho tiempo que no era otra cosa que un producto de la imaginación de mentes sobre-excitadas y exageradamente recelosas. Esta opinión parecería haberse confirmada por el hecho de que cualquier mención significativa de él prácticamente desapareció casi desde el momento en que Testem benevolentem hizo notar sus peligros. Y, sin embargo, una comparación que se hiciera de la vida católica contemporánea con los principales principios americanistas, sin lugar a duda indicaría que para estos días ya ha logrado una victoria tan completa como humanamente puede lograrse..

Muchas de las doctrinas que estaban en estado embrionario en el Americanista de los 1890s, que básicamente seguía queriendo ser ortodoxos, han devenido en las francas y desvergonzadas herejías de hoy en día. Ahora se hace una descarada insistencia en la necesidad de una Iglesia Nacional Americana, una que tenga como deber principal la propagación de las doctrinas pluralistas de apertura y libertad para todo, excepto aquello que sea sustantivo, exaltado y verdaderamente distintivo del catolicismo y, por lo tanto, "divisivo".

Además, las consecuencias inevitables del pensamiento Americanista se hacen más manifiestas en forma práctica de lo que era hace cien años. El abandono de todo lo que fuera sólidamente católico en aras de la integración ha dejado en su rastro todos y cada uno de los males que se observan en la sociedad pluralista laica en conjunto. El Americanismo siempre viene acompañado de un hastío espiritual, y nada puede imaginarse que sea más aburrido que el catolicismo americano de los años 1980s y 1990s. El desastre litúrgico, el desmantelamiento de los templos y la manera en que los artificios, las 'dinámicas', las vulgaridades, las formas mezquinas de trabajo social, las obsesiones sexuales, y las estrechas preocupaciones políticas han tomado precedencia por encima de lo sobrenatural, atestiguan lo anodino y materialista que esta conquista entraña. El Americanismo siempre viene acompañado de una multiplicidad de hechos. la impotencia de los serios y la dominación de la voluntad materialista más fuerte o irracional, y nada puede imaginarse que esté más dividido, más incompetente en su defensa de la verdad y más esclavizado a los deseos de las poderosas voluntades ilícitas, que el catolicismo americano de los 1980s y 1990s. Toda la discusión de los múltiples tipos de católicos con adjetivo con intereses crecientemente en choque, todas las declaraciones y programas episcopales, envueltos en contradicción y mezquindad, toda la mangoneadora influencia de consultores financieros, expertos en sexualidad, y personalidades carismáticas en parroquias, oficinas administrativas diocesanas, y comités doctrinales constatan los estragos de la fe Americanista.

Y sin embargo, una vez más, el pueblo católico conquistado no reconoce lo que le ha  pasado sino, por el contrario, elogia la conquista y se esfuerza por ceñirse más fuertemente con sus propias manos las cadenas que le han impuesto sus conquistadores. "Mueren y, sin embargo, sonríen." Ha olvidado de qué se trata el catolicismo, aun cuando crea que lo está defendiendo. Quisiera proponer cuatro razones históricas y sociológicas que explican la victoria silenciosa del enemigo conquistador.


El americanismo parecía haberse desvanecido en parte porque los Estados Unidos en la mente del Vaticano a la vuelta del siglo se encontraban en la periferia del mundo y no se podía mantener su atención por demasiado tiempo. Roma no estaba ansiosa de molestar a los americanos, en tanto los americanos no molestaran abiertamente a Roma. En otras palabras, Roma permitió que la infección se extendiera.


Hay que reconocer que era difícil seguir las hostilidades cuando el propio Americanista insistía que no había herejía alguna, que él carecía de una plataforma teológica y que él meramente adoptaba un humilde método pragmático ocupado en promover contactos entre el mundo secular y el catolicismo, desconectado de cualquier cuestión doctrinal. La sutil transformación de su programa pastoral en una religión evangélica eludía su mente, tanto como eludía la de muchos otros patriotas que inconscientemente servían a un credo anti-nacional. Los Americanista no podían comprender el significado de Testem benevolentem porque la encíclica era en sí misma parte esencial de aquella preocupación por lo abstracto que el pluralismo americano supuestamente había superado. Si la cuestión Americanista no atrajo la atención de la mayoría de los católicos y uno de los participantes en la batalla se rehusaba a reconocer siquiera que hubiera una guerra, por qué habría Roma de pensar que tuviera que intervenir nuevamente cuando estaba ocupada con otras dificultades que juzgaba ser más críticas.

Además, el contraste del Modernismo con el Americanismo parecía corroborar este juicio. La crisis modernista sí entrañaba un desafío teológico directo a la doctrina católica, y consecuentemente no podía despertar un entusiasmo Americanista general. La falta de entusiasmo entre los americanos por abrazar el modernismo luego del estallido del Americanismo dió a los Estados Unidos un aura de nación ortodoxa modelo. Ay! Roma no se dio cuenta de cómo el Americanismo "práctico" y "pragmático" podría absorber a naciones enteras en lo que era efectivamente un túnel de viento nominalista, naturalista y modernista!

En segundo lugar, el Americanismo triunfó también en medio de su aparente deceso debido a la aclimatación de los católicos al mundo americano que los rodeaba. Esta aclimatación se solidificó por la huida de las ciudades a los suburbios durante la post-guerra. Hablar de las glorias del modo americano de vida cuando el grueso de los católicos eran de lengua extranjera o por lo menos vivían en los guetos de Nueva York, Boston Chicago y Filadelfia era una cosa. En este caso esa palabrería no pasaba de equivaler a lanzar unos granos de incienso ante la estatua de un Emperador cuyos dictados podían seguir siendo interpretados en un sentido católico. Después de todo, hasta los católicos que vivían en esas condiciones estaban sometidos constantemente al fulgor de las antiguas costumbres católicas, y probablemente no podrían jamás comprender enteramente el significado de su nueva religión.

Sin embargo, una vez que el Americanismo fue enfatizado bajo la autoridad y las costumbres de los suburbios carentes de belleza, comenzó a hacer su verdadero estrago. Los católicos comenzaron a vivir puerta con puerta con sus compatriotas americanos. Al hacerlo, descubrieron lo que verdaderamente significa el Pluralismo. Entendieron que no significaba agregar las convicciones que venían de su corazón a contribuir a un diálogo nacional inspirador. En vez de eso, se dieron cuenta de que significaba adoptar obsesiones sexuales, comerciales y democráticas de otro tipo, mezcladas con un insulso, anodino e informe término medio, reflejado en el carácter de sus comunidades dormitorio en conjunto. El pluralismo es la expresión intelectual del churro. Los católicos vieron esto y llegaron a infatuarse con su horrenda realidad. Pronto, su amorío los llevó a una liturgia churro, a una escuela católica churro y a una teología churro, todas dedicadas a la glorificación del puritanismo laicizado. Esto es lo que el Americanismo siempre ofreció, y es lo que los católicos finalmente obtuvieron. Fue una adquisición gloriosa.

Los políticos católicos hicieron su infame papel en esta aclimatación. América estaba dispuesta a aceptar como políticos nacionales sólo a aquéllos capaces de encajar en la mentalidad pluralista, gente que se inclinaba a adorar el Dios nacional de la fe nacional, Muchos políticos católicos estuvieron dispuestos a venderse de esta manera o, para ser más precisos, estaban ya tan americanizados que no se dieron cuenta de la humillación que estaban sufriendo. Una vez más, la sociedad americana hizo lo imposible por elogiarles la "valentía" que demostraban al aceptar la oferta del demonio de entregarle todos los reinos de este mundo. El creyente promedio vio su éxito consecuente como una señal de que el lugar de la Iglesia en la vida norteamericana se había vuelto seguro. Democracia, pluralismo y separación Iglesia-Estado parecían haber hecho su efecto.. Habían dádoles a los católicos y a su Iglesia una participación completa en los asuntos nacionales. Esto es cierto, a menos que uno subraye un hecho desagradable: esos católicos y esa Iglesia Católica a quienes se les había concedido una participación plena en los asuntos nacionales habían quedado tan desactivados por la Religión Americanista que guardaban poca o ninguna relación con los creyentes y con la Fe que había desagradado tanto a los Estados Unidos un siglo antes.

Una tercera explicación del aparente deceso del Americanismo fue el surgimiento del poderío soviético. La hostilidad marxista contra la Iglesia era de tal manera abierta que eclipsaba totalmente la sutil manera en que la Religión Americana se oponía al verdadero espíritu católico y conducía hacia resultados anti-católicos parecidos. Los católicos americanos se emocionaron de que el enemigo de su Iglesia fuera también enemigo de su país, veían el anti-comunismo como un un medio de enfatizar su patriotismo. Desafortunadamente, también probó ser el camino para su americanización. Los católicos americanos en masa comenzaron a creer que toda crítica al modo americano de vida - de hecho cualquier sugerencia de que pudiera existir siquiera una sola alternativa al modo americano de vida - equivalía a traición. En vez de usar su lealtad a la patria para extirpar de los Estados Unidos la ecuación del patriotismo con la religión americana, cayeron presa del mismo desafortunado error. Estamos ahora pagando el precio de esa claudicación, ya que muchos católicos americanizados se sienten con el deber de traicionar a la tierra que consideran que ha descuidado su misión democrática en Sudamérica, Asia y África.

En cuarto lugar el Americanismo ha prevalecido por la reciente dominación americana del mundo occidental en conjunto. La victoria de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y su indudable prosperidad material convenció a muchos europeos de que las actitudes americanas hacia el Estado, el individuo y el mismo pluralismo eran válidos. Les convenció de que los esfuerzos por conformar los países de acuerdo con los dictados  de doctrinas sociales y políticas, tales como las del comunismo y el nazismo eran errados. Les convenció de que el pluralismo americano era la fuerza neutral que daba a todas las doctrinas una oportunidad de prosperar, que he demostrado no ser cierto. Una vez pensé que 1968 marcó el principio del fin de esta fascinación de Europa por América, pero las influencias culturales de los Estados Unidos han seguido creciendo sin cesar, haciendo difícil la empresa de escapar de ellas. Tan omnipresentes están ahora, que la gente ya no recuerda siquiera de dónde vinieron originalmente, o que la Segund Guerra mundial fue realmente un acontecimiento importante que permitió su desarrollo.

La iglesia tampoco se libró de estas influencias. Las nociones Americanistas penetraron por toda la Iglesia Universal durante el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Yo no niego la validez del Concilio Vaticano Segundo. No obstante, tendría uno que tener los ojos cerrados para no reconocer cuántos conceptos Americanistas, en unión con visiones Vitalistas, jugaron un papel en sus deliberaciones y su interpretación. La noción de eludir cuestiones doctrinales por razones puramente "pastorales" es algo que un Americanista, receloso de las ideas, habría de desear.. La sutil transformación de un sínodo no doctrinal en el único concilio doctrinal, en una fuerza para desarrollar una institución democrática, pluralista, verdaderamente opresora, es algo que un estudioso del Americanismo podría haber predicho. Igualmente fue la insistencia en la separación de la Iglesia y el Estado. Los esfuerzos que se han hecho desde el Concilio por minimizar el catolicismo, integrando ideas marxistas, capitalistas, feministas y homosexuales en el cuerpo de la fe son señales vívidas de la presión del Americanismo. La indicación más cierta de su presencia es lo soso e infantil de mucho de lo que se hace pasar por vida católica desde los 1960s. ¿Cómo podría el Americanismo no haber triunfado cuando los propios centros de la Iglesia Universal reflejan sus deseos? ¿Reflejan sus deseos y sin embargo niegan al mismo tiempo hacerlo?

VI ¿Qué debe hacerse?
Es esencial para el pueblo americano volverse una nación. No podrá lograrlo en tanto el Americanismo sea la norma que se utilice para definir el significado de lo que es una nación. Es esencial para los norteamericanos católicos volver a aprender las enseñanzas ortodoxas y la gloria de las culturas ortodoxas a fin de salvarse y elevar su nación a una perfección sobrenatural. No podrán hacerlo mientras el Americanismo establezca las reglas fundamentales para identificar lo que constituye tanto un catolicismo como una ciudadanía leal

Una solución a este doble dilema es la misma ahora que lo era cuando los católicos comenzaron primero a criticar la vida americana en el siglo pasado. Es tan simple de describir como inmensamente difícil de llevarse a cabo, Los americanos católicos deben distanciarse de la ideología de América. No deben abandonar su fe en aras de esta falsa religión, que es tanto inhumana y destructora de la idea de nación como blasfema. Hasta ese tiempo en que actúen política y socialmente sobre la base de una visión verdadera, ortodoxa de Dios y su creación y busquen elevar su nación sobre ese fundamento, tanto ellos como sus conciudadanos seguiran siendo "hombres sin nación" y esclavos de un materialismo vulgar que con el tiempo habrá de hastiarles hasta su tumba. La precondición necesaria para esta acción aparece descrita en mi artículo "Por qué los católicos no pueden defenderse a sí mismos". Esa precondición es aprender su fe, libre de manipulación Americanista. Pues nadie que quiera gritar "vivan los Estados Unidos de América de un mar al otro, su bandera y su pueblo" podrá hacerlo con confianza hasta que una raza de verdaderos confesores convierta a esa tierra a la única iglesia de Cristo, venciendo al Americanismo y previniendo que todo rastro de religión y de patriotismo desaparezca de su territorio.


Nota bibliográfica:
Adicionalmente a la obra del Dr. Thomas Molnar, Le modele defiguré, publicada en Francia, las siguientes obras fueron cruciales para la preparación de este panfleto: The Gret Crisis in American Catholic History 1895-1900, de Thomas McAvoy (Chicago, Regnery, 1957) ; The Catholic University of America, 1887-1896. The Rectorship of John J. Keane por P.H. Ahern (Washington, D.C:, Catholic University Press, 1948); The Catholic University of Amerivan, 1903-1909; The Rectorship of Denis J. O'Donnel, por C.J. Barry (Washington, D.C:, Catholic University Press, 1960); The Catholic Church and the German Americans (Washington, D.C:, Catholic University Press,1953); The Life of James Cardinal Gibbons, Archbishop of Baltimore. 1834-1921 por J.T. Ellis, (Milwaukee: Bruce Publishing Company, 1952).

domingo, 8 de abril de 2018

Prayer to the Light

Prayer to the Light  

by José María Pemán  

Spanish poet (1897-1981)

Translated from the Spanish by Roberto Hope

My Lord: I know that in the limpid morning
of this world, Thy generous right hand
the light made before anything else
so that all things their figure could display.

I know that they reflect Thee,
the immortal outlines of the rose and lily
better than the inebriated and disturbing
music made by the winds up in the welkin.

That is why I proclaim Thee in the cold
thinking, exactly to the truth subjected
and on the bank, without the river stirring

for all this, still and quiet, I adore Thee 
and for this, oh my Lord, my pain and sorrow
so they can reach Thee, turned into a sonnet.

sábado, 7 de abril de 2018

Veo en la rosa, de su sangre el rojo

Veo en la rosa, de su sangre el rojo


Por Joseph Mary Plunkett, poeta irlandés (1887-1916)


Traducido del inglés por Roberto Hope

Veo en la rosa, de Su sangre el rojo
Y en las estrellas veo brillar Sus ojos,
Resplandece Su cuerpo entre la nieve
Y veo Sus lágrimas caer del cielo.

En cada flor, veo su Divino Rostro.
El trueno, el cantar del ave,
no son más que Su voz — y, con Su poder labradas, 
las rocas, Su voz escrita.

Todas las sendas han Sus pies trillado,
Su recio corazón el mar agita, siempre azotando,
Su corona de espinas trenzada en cada espina,
Y cada árbol, Su cruz.